El Dépor tiene dos planes para ganar. El original lo conocen todos: las acciones de estrategia, esos córneres y faltas que acaban irremediablemente en los cabezazos de Colotto o Lopo. Ayer se sumó con cierto éxito un nuevo guión: la punta de velocidad de Urreta. El uruguayo, el jugador más diferente de la plantilla del Dépor, volvió a ser titular para convertirse durante buena parte del partido de anoche en la mejor arma de su equipo para derrotar a un Hércules que decepcionó por completo.
Sus cabalgadas, esa mezcla de vértigo y precipitación, arrancaron aplausos en un Riazor falto de jugadores a los que admirar por sus cualidades individuales, más allá del imán que los centrales locales se gastan en los balones colgados a las dos áreas.
Por lo demás, el partido fue una sinfonía de pérdidas de balones. Solo la emoción del 0-0 mantuvo por momentos el interés en un partido carente por completo de fútbol. Los coruñeses corrieron como jabatos, pero les sigue faltando un patrón de juego. En realidad, con nueve futbolistas permanentemente por detrás del balón se torna muy difícil llevar la iniciativa o sembrar cierta incertidumbre en el contrario.
Aparte de la electricidad que parece correr por las venas del extremo uruguayo, el Dépor volvió a abusar de los pelotazos. Pero ausente Riki la táctica se vuelve baldía. Los centrales del Hércules, más altos y más fuertes que los menudos Saúl, Urreta y Adrián, vivieron tranquilos. Con cualidades idóneas para esprintar, pero escasa envergadura para pugnar físicamente con sus contrarios el tridente de ataque del Dépor se encontró con la encomienda de sacar provecho de un bombardeo. Y naufragó, claro.
Un disparo de Urreta, quien capitalizó la mayor parte de los balones de ataque de su equipo en la primera parte, y otro lejano de Saúl se convirtieron en todo el bagaje ofensivo de un equipo que pareció esforzarse más por guardar su propia portería que por buscar la del rival. Ausente Juan Rodríguez, Lotina optó por darle la manija del equipo a Antonio Tomás, quien volvía al equipo. Le costó entrar. Solo cuando Rubén Pérez adelantó su posición habitual el Dépor mejoró.
A falta de goles propios, sí que supo cerrar todos los caminos a su portería, por lo que Drenthe, Valdez y Trezeguet pasaron como fantasmas por Riazor. Mientras el cedido por el Madrid se empeñaba en acciones donde trataba de regatearse a sí mismo, a Valdez ni se le vio y Trezeguet cumplió su máxima de cuando jugaba en el Juventus y llegaba a A Coruña. Siempre se fue sin marcar y anoche no fue una excepción. Sin sus estrellas el Hércules se diluyó sin remisión. Urreta y Colotto se bastaron.