El Obradoiro tiene un helicóptero

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO/LA VOZ.

DEPORTES

Los vuelos de Deron Washington empiezan a ser muy conocidos en la LEB Oro. La afición sabe que en algún momento del partido va a atacar la canasta desde el cielo

06 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El Obradoiro tiene un helicóptero que cada jornada deja alguna que otra pasada sobre el aro, y no de reconocimiento. Es un modelo nuevo en la LEB Oro, recién llegado de las canchas universitarias de Estados Unidos.

En el Multiusos de Sar, donde ha instalado ahora su base, ya se le conoce por el latiguillo que acuñó Roberto Vilar, el más largo de los Tonechos, en su corto periplo como speaker de los partidos de casa: se trata de «volando voy, volando vengo? Deron Washington». Es uno de los jugadores de moda en la categoría, un habitual en los resúmenes de las jugadas estelares por la facilidad con que desafía la ley de la gravedad. Su límite está muy por encima del aro.

Defensor consumado

Sin embargo, Deron Washington no llegó al Obradoiro por sus vuelos sin motor, sino por sus cualidades defensivas. Los highlights resultan muy vistosos, pero lo que cautivó a quien primero le echó el ojo, el director gerente del club, Chete Pazo, fue su manera de entender el juego y ayudar en defensa. Nada más alcanzar un acuerdo con Moncho Fernández, Pazo le puso sobre la mesa el nombre del alero y unos cuantos vídeos.

El técnico no necesitó mucho metraje para saber que estaba ante una pieza de caza mayor viendo como colaboraba en el rebote, como interpretaba las ayudas y como exhibía una habilidad especial para poner sombreros. En ataque, sin ser un virtuoso del tiro exterior, también ofrecía muchas alternativas.

El club tuvo la paciencia necesaria para esperar por Deron Washington, que tenía como objetivo inmediato hacerse un hueco en los Pistos de Detroit. Se quedó en el último corte y aceptó la propuesta santiaguesa. Y así recaló en Compostela, con el valor añadido de no ocupar plaza de extracomunitario porque está casado con una ciudadana alemana.

Con veinte kilos más y una musculatura más curvilínea probablemente no saltaría tanto y estaría enrolado en algún equipo de fútbol americano. Su padre es entrenador profesional, un especialista en estrategias defensivas.

El más delgado

Y el hijo, visto que estaba más dotado para los saltos que para los choques, ha sabido aplicar esa filosofía al baloncesto. El tatuaje que lleva en uno de sus brazos habla por sí solo: thinniest. Efectivamente, es el más delgado del equipo, pero también el más fibroso. Quizás por eso sus compañeros lo llaman solo por la inicial de su nombre, pronunciándola en inglés: «Di».

El caso es que Di ya va coleccionando estampas, como un doble tapón ante el Huesca, coronado al contragolpe con un mate. O una canasta en Palencia difícil de catalogar: no fue un mate, porque no se colgó del aro; tampoco una bandeja, porque el balón bajó con fuerza. Se impulsó desde un poco más adelante de la línea de personal y lo dejó en la red como quien tira la ropa en una cesta. En Murcia, un alley hoop a una mano, un metro por encima del aro, cosechó aplausos de admiración.