Las guerras de Mourinho

G. G. E.

DEPORTES

El enfrentamiento con Preciado se une a la larga lista de batallas dialécticas protagonizadas por el portugués en su paso por Inglaterra e Italia.

19 nov 2010 . Actualizado a las 21:18 h.

The Special One ha aterrizado definitivamente en España. Porque hasta el momento, José Mourinho solo había ofrecido una de sus dos habilidades especiales, esa de convertir a sus futbolistas en máquinas ultra-motivadas a la caza de la victoria. Un par de meses han bastado para ofrecer su otro punto fuerte, las batallas dialécticas que acaban desquiciando a jugadores, entrenadores e incluso dirigentes rivales.

El enfrentamiento que ha protagonizado con el técnico del Sporting, Manolo Preciado, es el primero de cierta magnitud que Mourinho protagoniza tras su llegada al Real Madrid. Sin embargo, tras echar un vistazo a su currículum en la Premier League y en el Calcio, es muy probable que solo sea el principio.

El portugués fichó por el Chelsea londinense en verano del 2004, poco después de conquistar su primera Champions con el Oporto. Y lo hizo pisando fuerte. En su presentación, espetó: «Por favor, no me llamen ustedes arrogante, pero he ganado el título europeo y creo que soy alguien especial». A partir de esas palabras, Mourinho fue conocido como The Special One en las islas.

Respaldado por la interminable billetera del ruso Roman Abramovich, el portugués diseñó un equipo imponente e inculcó una mentalidad en la plantilla cuyos beneficios llegan a nuestros días. Sin embargo, al tiempo que el Chelsea arrasaba con todo a su paso, Mourinho hacía amigos entre sus más importantes rivales.

Contra todos

Con Alex Ferguson, entrenador del Manchester United, mantuvo una áspera relación. Se dedicaron mutualmente elogios como «viejo», «déspota» o «arrogante» y los cruces de declaraciones eran habituales cuando se aproximaban los encuentros entre sus equipos. Sin embargo, el acercamiento entre ambos fue posible gracias a una afición común: el vino. Pese a ello, Mourinho llegó a decir: «Es un caballero, pero tiene mal gusto para el vino. La próxima vez pagaré yo y le regalaré una deliciosa botella portuguesa».

Sin ninguna duda, su blanco preferido en Inglaterra fue Arsene Wenger, el líder del Arsenal. El hoy preparador blanco recomendó en más de una ocasión al francés que se centrase en sus jugadores. «Es la típica persona a la que le gusta mirar a los demás. Todo el tiempo hablando sobre nosotros. Está preocupado por el Chelsea, siempre Chelsea, Chelsea, Chelsea. La verdad, no sé si quiere mi trabajo, porque adora a este club», afirmó. El galo respondió calificando a Mourinho como un «irrespetuoso».

Con Rafa Benítez, español al mando del Liverpool, la cosa fue más suave verbalmente. Aunque cuando Blues y Reds se veían las caras, saltaban las chispas en el área técnica. El madrileño lo explicó así: «Fuimos amigos, hasta que empezamos a ganarles».

En Italia

Mourinho salió del Chelsea en extrañas circunstancias, una «decisión mutua» en la que sin duda influyó su deteriorada relación con Abramovich. Se marchó en septiembre del 2007, tras haber conquistado seis títulos para el ascendente equipo londinense, y convencido de que no tardaría en encontrar un nuevo trabajo.

En junio del 2008 fue nombrado sucesor de Roberto Mancini en el campeón del Calcio, el Inter de Milán. En su presentación habló solo en italiano, idioma que había aprendido «en tres semanas». Con semejante dominio de la lengua, pudo arremeter a su gusto contra Carlo Ancelotti, Luciano Spalletti y, especialmente, Claudio Ranieri.

Sobre este último, dijo: «Ranieri ha dicho que no tiene necesidad de vencer. A sus 70 años ha ganado una Supercopa. Quizás deba cambiar su mentalidad, aunque a lo mejor es demasiado viejo para hacerlo». El hoy entrenador de la Roma cumplió 59 años en octubre.

Por esos tiempos en los que criticaba a su antecesor en el banquillo del Chelsea, aprovechó también para lanzar un dardo a Pep Guardiola: «Si antes de un partido pongo a mi equipo la película Gladiator, mis jugadores se reirán a carcajadas o preguntarán al doctor si estoy loco».

Claro que hubo otros que se cansaron de él. Especialmente relevante fue la respuesta del dirigente del Catania Pietro Lo Monaco. «A Mourinho habría que darle bastonazos en los dientes», soltó. El portugués contestó con un: «¿Y ese quién es? Yo conozco el Principado de Mónaco, su circuito de Fórmula 1 o el Bayern de Múnich (que en italiano es Mónaco). Pero a ese tipo, no».

El Speziale acabó conquistando el triplete en su segunda y última temporada en el Inter, y se marchó de Italia rumbo a Madrid tras haber arremetido varias veces contra los medios de comunicación. Explicó que estaban dominados por «una prostitución intelectual».

Con Florentino

Mourinho fue el elegido por Florentino Pérez para liderar el nuevo proyecto madridista. El objetivo, destronar de una vez por todas al Barcelona. Precisamente en la Ciudad Condal se encuentra uno de sus más feroces críticos, Johan Cruyff, que le recibió con un artículo de opinión. Cuando el luso se enteró por un periodista de que el holandés había escrito que nunca le ficharía como entrenador, respondió: «¿Has visto mis ojeras? No he podido dormir en toda la noche».

Sus declaraciones sobre el Sporting de Gijón, equipo al que acusó de «regalar» su choque contra el Barcelona en el Camp Nou, terminaron por originar el primer gran incendio de José Mourinho en el fútbol español. Aunque tal vez no el último.