Guerra abierta en la fórmula 1

DEPORTES

Los constructores más fuertes rechazan las condiciones de la FIA y organizarán su propio campeonato en el 2010

20 jun 2009 . Actualizado a las 03:06 h.

La fórmula 1 ha durado cincuenta y nueve años y medio. El gran circo hace honor a su nombre, y una reunión nocturna en Silverstone, el circuito que la vio nacer hace casi seis decenios, dio con el mayor cisma de la competición estrella del motor. En un lado, la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), y enfrente, los constructores (asociados en la FOTA), que la acusan, precisamente de inmovilismo y anuncian su propio campeonato para el próximo curso. Esta pelea puede acabar con dos campeones del mundo en el 2010 o con un apretón de manos antes de que termine el 2009. No se descarta nada. Lo único que queda claro es que la fórmula 1 ya no va sobre ruedas. Es más, por el momento, ambas partes recurren incluso a la guerra sucia, por si la entente no llega nunca.

En la mesa de negociaciones de anteayer se sentaban, de un lado, los ocho constructores discrepantes que forman la FOTA (todos los de la parrilla actual, menos Williams y Force India), y del otro, la FIA y sus equipos afines (los dos mencionados más los nuevos, que todavía están haciéndose: Campos, USF1 y Manor). Los puntos más calientes del orden del día eran el techo presupuestario que la FIA quiere implantar en el próximo Mundial y las reclamaciones de los equipos acerca del reparto de dividendos por derechos comerciales. Como se esperaba, no hubo acuerdo. Y eso que durante las conversaciones el presidente de la federación internacional, Max Mosley, aumentó el tope presupuestario de 40 a 100 millones de euros. No cedió, empero, en el plazo de inscripción, aunque tampoco ofreció la lista de equipos para el 2010, algo que espera hacer hoy.

No lo aceptaron los constructores y la FIA respondió amenazando con acciones legales (señalando, sobre todo, a Ferrari) y acusándolos de condicionar el deporte del automovilismo con sus exigencias.

Para ambos, su futuro campeonato es el más justo. La FIA defiende su límite presupuestario y los condicionantes tecnológicos, porque dice que igualarán las fuerzas entre los competidores. La FOTA asegura una gestión transparente, normas de competición estables y espectáculo sin restricciones. Los equipos se llevan con ellos el 47% de los ingresos de la fórmula 1, es decir, 1.500 millones de euros. La marca fórmula 1 queda así tocada.

Algunos sectores vinculados con el Mundial, como los gestores de los circuitos donde se celebran los grandes premios, aseguraron que si el cisma se consuma, sería necesario renegociar o rescindir los contratos firmados con la empresa rectora de la fórmula 1, propiedad de Bernie Ecclestone. Este, presiona a los equipos y envía al frente a Max Mosley, instándole a solucionar el conflicto. Los pilotos, por su parte, prometieron fidelidad a los constructores hace dos semanas en Turquía.

Elecciones a la FIA en octubre

La figura más debilitada por el conflicto (en el que subyace un pulso de poder entre Ferrari y la FIA) es la de Max Mosley, presidente de la federación internacional desde 1991. Sus continuos roces con los principales equipos han provocado un frente común contra él que quebró el pacto de la concordia que hasta ahora mantenía la paz en la fórmula 1. La postura de los constructores en Silverstone podría perseguir el aislamiento de Mosley, una especie de preparación para las elecciones a la FIA que se celebrarán en octubre tras un mandato de cuatro años.

La renuncia del presidente del organismo internacional sería la clave de una reconciliación que restablecería el orden de tal manera que el próximo campeonato del mundo de automovilismo podría incluso llamarse fórmula 1.