Caparrós impone la ley del máximo esfuerzo

La Voz

DEPORTES

La segunda paliza física invita al cuerpo técnico del Dépor a motivar a los jugadores a voz en cuello

23 jun 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

Esta vez no había análisis clínicos de los que echar mano como coartada. A las nueve y media de la mañana, la mente puesta en el entrenamiento. Media hora después, el cuerpo debía corresponder sobre el césped. Al término de la segunda jornada laboral de la temporada 2005-2006, los integrantes de la plantilla del Deportivo podían definir perfectamente el concepto paliza física, seguramente acompañado de términos que faciliten la comprensión, como agujetas. Joaquín Caparrós dobló ayer su exigencia y solicitó más esfuerzo a sus hombres. Ninguno falló. Diego Tristán continúa con su proceso de recuperación tras su lesión y, por momentos, realizó trabajo específico con el readaptador físico, Carlos Lalín. En la sesión de la mañana, tras el preceptivo trabajo en el gimnasio, los ejercicios sobre el césped incluyeron el contacto directo con el balón, con la cabeza y con el pie. Por la tarde, el delantero andaluz también trabajó a otro ritmo. El resto de la plantilla sudó la gota gorda. Entre las altas temperaturas que Abegondo registra desde primeras horas de la mañana, y las prácticamente dos horas de carrera, abdominales, flexiones, saltos, arrancadas, eslalon y demás, lo contrario sería un milagro. Los rostros de los futbolistas delataban la carga de cansancio y el cuerpo técnico se mantuvo siempre firme sobre el plan previsto. Sin embargo, Joaquín Caparrós y los preparadores físicos Javier Reyes y José Ángel Franganillo (mucho más participativo que el primer día) se emplearon a fondo en la motivación de los sufridores. Lo hicieron a voces. Ni un respiro. Los ejercicios en suelo y los que se debían realizar en carrera se alternaban sin descanso. Quizás algún que otro estiramiento necesario para que los músculos no digan basta. Las colchonetas brindaban un escaso margen para el apoyo moral entre compañeros de fatigas y material sobre la misma verja que separa el campo de entrenamiento de la balsa de agua de Abegondo. Pero cuando tocaba lanzarse sobre el perímetro del terreno de juego, Joaquín Caparrós, Reyes y Franganillo se aproximaban desde el centro campo a las bandas por donde pasaban sus jugadores y les arengaban para que redoblaran el esfuerzo. «¡Trabajando también mentalmente!», gritaba Caparrós mientras Franganillo dejaba escapar un «¡Venga, ahí, ahí, bien!» y Reyes dejaba el silbato para sustituirlo por un «¡Vamos, eh!» que daba miedo. Como el «¡Rubén, tú vas sólo, vamos, vamos, no vas con ellos!» que precedió a un demarraje en toda regla del delantero canario para dejar atrás al grupete con el que estaba corriendo. El entrenador del Deportivo se dejaba llevar. «¡Vamos Xisco, con la edad que tienes, hay que comerse el mundo!». Valerón también tuvo lo suyo. Y todos escucharon, al menos en una ocasión, «Vamos, todo lo que queda ahora es para el saco; todo lo que venga es ganancia». Cuando la palabra no era suficiente, se inflitraban en el otro bando y llegaban a saltar, correr, esprintar como uno más. Joaquín Caparrós pulsó el botón del turbo boost deportivista como hacía Michael Knight con su coche fantástico Kitt. Pero, en esta ocasión, el utrerano no logró dejar rezagado a ni uno solo de los futbolistas blanquiazules. La sesión vespertina fue un alivio táctico que seguramente agradecerán las piernas de los futbolistas blanquiazules. El repliegue fue la lección del día, a la que algunos prestaron atención sentados de la banda. Un leve alivio.