Il Dottore 3 - Gibernau 0

Toni Silva REDACCIÓN

DEPORTES

GUSTAU NACARINO

El mundial de MotoGP se ha reducido a un duelo entre Sete y Rossi, que han protagonizado tres espectaculares finales de carrera ganadas siempre por el italiano

27 jun 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

«Si Honda tiene más, que lo saque ya». La frase se oyó durante los entrenamientos de Montmeló, el pasado mes de marzo. La pronunció Jeremy Burgess, el jefe técnico de Valentino Rossi en Yamaha. Transcurridas seis carreras del Mundial, la sentencia de Burgess vuelve a cobrar actualidad. El piloto italiano ya ha demostrado que dispone de moto suficiente para desquiciar a la mejor máquina de Honda, la RC211V que conduce Sete Gibernau. Rossi y el catalán comparten el liderato con 126 puntos, pero la coincidencia en la tabla llega después de tres triunfos consecutivos de Valentino en otros tantos duelos con Sete. Y el español, que ha subido al podio en todos los grandes premios desde el inicio de la temporada, no ocultó su frustración el pasado sábado después de ver cómo Il Dottore le rebasaba en las últimas curvas de Assen. El adelantamiento fue la imagen más repetida del fin de semana. La marcha de Rossi a Yamaha fue considerada un paso atrás en sus aspiraciones a renovar el cetro de campeón, pero ilusionó a todos los que ansiaban un Mundial más igualado. El italiano cerró bocas ganando en el circuito de Welkom la primera carrera del año en un cardíaco final con derrapada incluida ante su compatriota Biaggi. Precisamente se había especulado con que la moto de Max y las dos del equipo Repsol (Alex Barros y Nicky Hayden) eran las niñas mimadas de Honda, y se beneficiaban de las últimas evoluciones. Estaba previsto que si Rossi seguía intratable en Yamaha, Honda utilizaría los caballos que guardaba en la recámara así como una moto de seis cilindros. La cuestión era determinar cuál de los seis pilotos de la escudería sería el afortunado. Sete Gibernau levantó entonces la mano. Se proclamó campeón en los circuitos de Jerez y Le Mans en dos jornadas redondas para Honda porque, mientras el catalán se colocaba líder en la segunda carrera, Valentino Rossi era cuarto en las dos citas, algo verdaderamente preocupante para un piloto que llevaba 23 grandes premios subiendo al podio de forma consecutiva. Punto de inflexión Pero en Mugello, Valentino comenzó su camino ascendente. En una carrera que se redujo a seis vueltas por culpa de la lluvia, el italiano se anotó el primer mano a mano con Sete, que aún enseñaba su rueda trasera a tres vueltas del final. Los adelantamientos entre ambos fueron constantes a más de trescientos kilómetros por hora. Después de Italia, el circo de las motos llegaba al domicilio de Gibernau, todavía líder, y dispuesto a devolverle el golpe al campeón del mundo. Otra vez la carrera de MotoGP quedó reducida a un duelo personal entre los de siempre. Cuando faltaban cuatro giros, las gradas de Montmeló eran un fiesta: Gibernau pasaba a liderar la carrera y la venganza de Mugello parecía confirmada. Pero Rossi, con una moto de menor velocidad punta, exprimía sus acrobacias sobre su montura para retomar el mando a dos vueltas del final. Sete no perdió su sonrisa. «Ha sido una carrera preciosa, y de la que he aprendido muchas cosas», dijo tras aparcar la moto. En Assen volvieron a quedarse solos. El español no cedió nunca el primer lugar, dando serios tirones que agobiaron a Rossi cuando el gran premio se acercaba al final. Y en el único y minúsculo hueco permitido por Gibernau, Il Dottore asestaba su tercer golpe a la moral del piloto de MoviStar, que no ocultó su frustración en el podio después de perder la carrera y el liderato por «un adelantamiento al límite». Honda decidirá ahora si dota con más caballos el motor de Gibernau. O prefiere contratarle un psicólogo.