Con el mazo dando

P. Gómez / M. Ferreiro REDACCIÓN

DEPORTES

Catorce países en un Mundial, equipos de once jugadores, partidos de cinco días de duración, y un deporte ignorado tan sólo por Europa continental

02 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

De nuevo, un deporte parido por anglosajones. Llegó adonde la madre Inglaterra no pudo ni soñar. En cada uno de los rincones del mundo, resulta sencillo encontrar a un apasionado por el cricket. Salvo en Europa continental (Holanda, la excepción). Es la única zona del planeta donde se ignora este deporte. Cuestión de mentalidad. Sudáfrica acoge estos días el campeonato del mundo, en el que participan catorce clubes (el anfitrión defiende el título ante Australia, Bangladesh, Canadá, Inglaterra, India, Kenia, Nueva Zelanda, Namibia, Holanda, Paquistán, Sri Lanka, Indias Occidentales y Zimbabue). El cricket ya no es lo que era. El reciente dopaje del jugador australiano Shane Warne, uno de los mejores de la historia, lo demuestra. El deporte odiado por el cantante de Queen, Freddie Mercury, y practicado por el padre del nadador Ian Thorpe, ha perdido buena parte de su componente tradicional. Hace ya dos siglos que nació derivado de los juegos de bate del siglo trece y como entretenimiento de los gentleman ingleses. Desde entonces, es la seña deportiva de la cultura británica. Quizás por ello, pronto cedió su reinado en Estados Unidos en beneficio del béisbol. «Nosotros somos rápidos en todo, y ese cricket es lento y tedioso», acusaban los norteamericanos. Ciertamente. Se trata de una disciplina en la que los partidos se pueden prolongar cinco días para después terminar en un empate. Pero esto no parece restar interés a sus hinchas, a tenor de los grandes estadios construidos para su práctica. El de Melbourne, en Australia, dispone de un aforo de noventa mil personas y fue sede de los Juegos Olímpicos de 1956. El cricket actual olvida su pasado. Los equipos ya no visten enteramente de blanco (aunque la norma lo recoja y algunos la cumplan). Y las mujeres pueden mostrar sus habilidades en el templo londinense de Lord's, la cuna de esta modalidad deportiva, donde se guarda el primer reglamento y se decide el futuro a nivel internacional. Aunque, para ello, necesitaron tres consultas electorales entre los socios. Y, ahora, deberán sumarse a una lista de espera de dieciocho años. Claro que, por otro lado, el cricket ganó en glamour (por si no tenía suficiente desde su gestación). El jugador paquistaní Imran Khan se casó con la modelo Jemina (amiga íntima de Lady Di), se presentó a las elecciones a primer ministro de su país e incluso se le atribuyó un romance con la princesa de Gales. El cricket, como muchos de los apadrinados por la clase pudiente británica, es algo más que un deporte. Por eso, Sudáfrica se ha impuesto un decálogo con motivo de la organización de la Copa del Mundo. Entre los objetivos reseñados, «conseguir la unidad de todos los habitantes del país a través del evento» y «lograr un aceptable número de espectadores negros en los estadios». Cuestión de estado Algunas naciones han tomado esta disciplina como la excusa perfecta para dar salida a sus exigencias e inquietudes políticas. Es el caso de India y Paquistán. Ambos han convertido sus encuentros en una cuestión de estado, pero la sangre muchas veces se queda en el campo de juego. Curiosamente, el cricket comporta una elevada dosis peligro para la integridad del que lo practica. Es alto el riesgo de lesiones oculares, arritmias y dolencias en las articulaciones. Incluso se produjeron muertes por el golpe violento de la bola contra la caja torácica de algún jugador. Pero gracias a esta modalidad, el hockey dispuso de sus primeras bolas y canchas, el fútbol llegó a Brasil por medio del Sâo Paulo, y la batalla del abismo de Helm, de la película Las Dos Torres (correspondiente a la trilogía de El Señor de los Anillos ), tuvo un sonido tan real . En realidad, se trataba de los gritos de los 25.000 asistentes a un partido en el campo de Wellington.