Una plantilla abatida

La Voz

DEPORTES

Los jugadores tuvieron que consolarse unos a otros cuando terminó el partido

01 jul 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Miradas perdidas. Deportistas sentados sobre el césped abrazando su propia tristeza ajenos a cientos de miles ojos que los contemplaban. En las gradas del Olímpico de La Cartuja los 25.000 seguidores del Celta expresaban su decepción con un silencio sobrecogedor y miradas vacías al campo. El desánimo embargó en cuestión de segundos a una masa de forofos que había elegido recorrer muchos cientos de kilómetros precisamente para disfrutar emociones bien diferentes. Sobre el terreno, Catanha paseaba sin rumbo como si no fuera consciente de sus propios movimientos. Karpin, tumbado de espaldas sobre la hierba, parecía ausente de una realidad que nadie imaginaba noventa minutos antes. A unos metros, Juanfran escondía su cara entre las rodillas y con seguridad las lágrimas corrían por su rostro. Pero de todos Mostovoi, el autor del único gol céltico, era visiblemente el más afectado. Pero ya no había nada que hacer. Víctor Fernández fue recogiendo y consolando a sus jugadores, animándoles para el duro trago que obligatoriamente había que cubrir. Uno tras otro fueron enfilando hacia la tribuna, donde Don Juan Carlos fue entregándoles a todos la medalla conmemorativa de su participación en la final. Un magro consuelo. Gustavo López, Berizzo, Mostovoi recogían con gesto ausente y rostro lacrimoso el trofeo y desaparecían de inmediato. Otros, caso de Giovanella, caminaban con la mirada perdida en una imagen de la tristeza total. Quien también necesitó consuelo y aparentemente lo recibió fue Horacio Gómez. Tras el pitido final el rey le dio un abrazo que semejaba ser algo más que un simple gesto de cortesía. Poco tenía que ver su rostro con el que lucía días antes al finalizar el partido contra el Barcelona en el Nou Camp. A su lado, también con gesto adusto, el alcalde vigués observaba el gesto.