FÚTBOL / SEGUNDA B
01 mar 2001 . Actualizado a las 06:00 h.La diversidad racial del fútbol vasco se agrupa en torno a tres grandes religiones: el Athletic, la Real y Osasuna. En muchos casos, hay clubes cuya idiosincrasia siembra vínculos afectivos que permiten simultanear la pasión por dos equipos. Como el Eibar, adscrito a una localidad enclavada en la muga (frontera, en euskera) entre Bizkaia y Gipuzkoa cuya especial ubicación geográfica le hace moverse a caballo de la rivalidad entre el Athletic y la Real. En Eibar hay una sana costumbre de hacer piruetas para alcanzar la permanencia en Segunda. Ocurre desde hace once años. El equipo llegó incluso a codearse hace cuatro años con los grandes en busca del ascenso. Al final fue quinto. A comienzos del 99, el club guipuzcoano era penúltimo, dejando tan sólo por debajo al desahuciado Ourense -que descendió tras sumar 23 partidos sin conocer la victoria-. «El equipo estaba echo polvo. Éramos incapaces de ganar un partido», admite Artetxe, que lleva once años en el Eibar y es el ídolo en su localidad natal. Cuando restaban once jornadas -las mismas que ahora en Segunda B-, su suerte estaba echada. «Nosotros estábamos acostumbrados a sufrir, así que no nos vino como algo novedoso», rememora Bixente, otro integrante de aquel equipo. «Entiendo lo que le pasa al Lugo, porque cuando entras en una dinámica derrotista no ves la forma de salir», completa Ocio, actualmente en Osasuna. Relevo en el banquillo En el ecuador de la temporada, tomó las riendas técnicas Alfonso Barasoain en sustitución de Kike Ormaetxea. «Había que buscar un motivo para salir adelante. Disputamos un amistoso en Navidad ante el Zamudio, de Tercera, y ganamos. ¡Eh! que somos capaces de ganar a alguien, les dije», apunta con gracia Barasoain. O Couto asistió al último tropiezo armero. En las once últimas jornadas se consumó el milagro: ocho triunfos, dos empates y una derrota. Al final, el Eibar dejó por abajo al Mallorca B, Barcelona B, Hércules y Ourense, con un saldo de 13 triunfos, 8 empates y 21 derrotas. «Lo más importante fue encontrar un equipo ideal y mantenerlo hasta las últimas consecuencias», finaliza Barasoain, que también se enfrentó al Lugo hace más de una década antes de ascender a Segunda.