Fran Araújo, guionista de «Un año, una noche»: «La clave son los recuerdos inventados»

Carmen Novo REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Fran Araújo, a la izquierda, recogió el galardón a Mejor guion adaptado junto a Isa Campos e Isaki Lacuesta por su trabajo en «Un año, una noche».
Fran Araújo, a la izquierda, recogió el galardón a Mejor guion adaptado junto a Isa Campos e Isaki Lacuesta por su trabajo en «Un año, una noche». Jorge Zapata | EFE

El vigués, conocido por trabajar en producciones como «Rapa» o «Apagón», levantó el Goya a mejor guion adaptado junto a Isaki Lacuesta e Isa Campos

13 feb 2023 . Actualizado a las 10:42 h.

Rapa, Apagón o La unidad son algunas de las ficciones que llevan el nombre de Fran Araújo (Vigo, 1980). El sábado recogió junto a Isaki Lacuesta e Isa Campos el Goya a Mejor guion adaptado por su trabajo en Un año, una noche. La película aborda el atentado islamista del 2015 en la parisina sala Bataclan.

—Primero, la pregunta obligada. ¿Cómo vivió el momento de escuchar su nombre?

—Mucha alegría porque hemos trabajado muy duro durante mucho tiempo. Hay veces que las grandes obras no se reconocen. Sin ir más lejos, nuestros compañeros de dominación hicieron grandes trabajos. Existe ese factor de suerte, de azar.

—Trabajó a seis manos con Isaki Lacuesta e Isa Campo. Cogieron el libro testimonial y lo convirtieron en una historia.

—Tuvimos que hablar con los protagonistas, con psicólogos y leer muchos escritos de otra gente que estuvo aquella noche en la Bataclán o en situaciones similares. Consiste en tener información sobre diferentes experiencias y, a partir de ahí, darle forma.

—Dedicó su discurso a Ramón y a Marina, la pareja en la que se basa la historia. ¿Cómo explicó cada uno de ellos aquella noche?

—Siempre hablamos de las víctimas de terrorismo como un colectivo, pero en realidad son individuos independientes que vivieron los hechos de manera diferente. Ella no quiso darle opción a los terroristas de modificar su vida, por lo que siguió como si no hubiera pasado nada. Él, sin embargo, se dio cuenta de que la vida que llevaba no le gustaba nada. A raíz del atentado, intentó una nueva forma de hacer las cosas.

—Desde el recuerdo cohesionaron dos partes opuestas. Primero, la emoción. Después, el dolor.

—Fue lo más difícil de todo el proceso. Encontrar las formas costó mucho. El trauma se manifiesta de muchas maneras y la clave son los recuerdos inventados. En este tipo de situaciones, tu cabeza anula cosas por completo y, en otros casos, las inventan. Conocimos policías que estaban fuera de la sala y que, por vivirlo de una manera tan intensa, siguen yendo al psicólogo por situarse dentro. 

Encima, construir desde el recuerdo era muy incongruente porque cada uno recordaba cosas diferentes. La película, en el fondo, va sobre eso. Comienza un año después del atentado y los personajes regresan a esa noche varias veces. No son flashbacks, si no recuerdos subjetivos que son diferentes para cada uno de los dos.

—¿En algún momento se imaginaron en esa situación?

—Cuando estás escribiendo algo, te intentas meter en el papel. Pero en este caso, por mucho que te lo imagines, no sabes lo que es. Depende de qué es lo que ves y qué no. En un atentado no es lo mismo estar en primera línea y ver muertos que estar en la última fila. Si una pareja estando prácticamente al lado lo vive cada uno de una manera tan diferente, es muy difícil de proyectar.

—¿Y recrear Bataclan?

—Isaki tenía un planteamiento de que fuese de verdad pero sin enseñar el atentando, sino la reacción de la gente. La violencia y todo lo duro está fuera de campo. Por respecto a las víctimas, para nosotros era muy importante alejarnos de sensacionalismos. Lo que nos interesaban eran los seremos humanos. No queríamos darle espacio a los terroristas. Conjugar todo fue difícil. Teníamos un presente, que era el año de esa pareja después del atentado, y ese pasado es un obstáculo para que avancen. Todo el rato volvíamos al atentamos como un recuerdo que te obstaculiza para seguir adelante en el presente. Con esa idea fuimos. La película acaba con el concierto de un año después, y muchas de las personas que aparecen en plano son personas reales que vivieron el momento.

—Tras la polémica de «Alcarràs», Sorogoyen cuestionó la función de las entregas de premios. ¿Lo ven así?

—Al final, esto es un circo en el que participamos. Los Goya están para la gente y para la promoción de las películas. No competimos, sino que compartimos ese juego con los compañeros. Este año había grandísimas películas y guiones. Dependiendo del jurado que te toque, como sucedió en la Berlinale, no sabes por qué te pasan las cosas. No existe esa idea de que gana el mejor, es una suma de factores que va mucho más allá de nosotros.

—Como se referenció en la gala, fue el gran año del cine español.

—Lo de este año ha sido espectacular, no recuerdo uno igual. No recuerdo haber salido tantas veces diciendo «hostia, qué peliculón he visto», y que la mayoría de las veces fueran producciones españolas. Hubo películas que ayer no consiguieron nada, como La maternal, La consagración de la primavera o Mantícora, que son increíbles. También hubo películas que no estuvieron nominadas y que, cualquier otro año, lo hubieran estado.