Concha Roldán: «El patriarcado es como Alien, siempre vuelve a aparecer, viscoso, por las rejillas»

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

XOAN A. SOLER

«El problema del debate [de la ley trans] es que hay una ley que es inmadura» dice la presidenta de la Red Española de Filosofía y directora del Instituto de Filosofía del CSIC, que apuesta por mayor diálogo y reflexión

01 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Concha Roldán (Madrid, 1958), directora del Instituto de Filosofía del CSIC y presidenta de la Red Española de Filosofía, es una de las participantes en el festival de filosofía que el Consello da Cultura Galega celebra este fin de semana en Santiago y Ourense y que se centra en el pensamiento de las mujeres. 

—El festival de Filosofía plantea dos mesas redondas que eligen conceptos desarrollados por filósofas, Hannah Arendt y Simone de Beauvoir. ¿Sigue estando invisibilizado el pensamiento desarrollado por las mujeres, salvo escasas excepciones?

 —Yo sigo escribiendo sobre eso, denunciando la invisibilización de las mujeres y la ausencia de las mujeres de las historias oficiales. Yo insisto en las de la filosofía, pero se puede aplicar lo mismo para el arte y para las ciencias. Si miras un poco las historias oficiales, el canon, ahí no estamos. Lo que hemos hecho ha sido completarlo con otros volúmenes donde hablamos solo de las mujeres y eso queda como como una una excepcionalidad al margen de lo que ha sido toda la historia del pensamiento.

—Al canon filosófico.

—El canon tiene también unas categorizaciones, en la filosofía se ha hecho en torno a grandes pensadores y no solo se ha excluido a las mujeres, se ha excluido a aquellos varones que hacían otro tipo de filosofía o porque eran heterodoxos. No podemos perder de vista que las historias oficiales están hechas por los vencedores e ideologizan la forma de escribir y de presentar el pensamiento. No creo que varones y mujeres tengamos una forma distinta de pensar. Yo creo que la razón es lo más común que tenemos para pensar, para dialogar, para razonar, para argumentar y en eso no somos muy diferentes unos de otros, o unas de otras. Lo que no se ha transmitido es el contexto. Todo lo que pensamos, hacemos y decimos tiene lugar dentro de un contexto social, natural, biológico y político. En Filosofía, antes se pensaba que el pensamiento era algo abstracto, que esto se podía hacer en torres de marfil independientemente de lo que pasaba.

—La condición material también es necesaria.

—Material y práctica. El contexto es de pensamiento y de discusión. Digamos que de pensamiento entre unos y otros. Mi grupo de investigación se llama Theoria cum Praxi , que es un lema de la Modernidad que creó Leibniz y que luego adoptó también Kant, el que denominan padre de la ética, pero que nos dejó a las mujeres, a la mitad de la humanidad, fuera [sonríe]. Este Theoria cum Praxi significa que la teoría no puede tener sentido sin la práctica, igual que la práctica tampoco podría tener sentido sin la teoría. Creo que hay un puente entre la teoría y la práctica. Los filósofos y las filósofas que hacemos filosofía moral lo que intentamos es dar respuesta a las las problemáticas que se están planteando en la actualidad. También volvemos a los clásicos. Yo defiendo a los clásicos y a las clásicas, porque ahora has mencionado en el festival y en él tenemos a Hannah Arendt y Simone de Beauvoir, pero hubo muchas filósofas anteriores que no pasaron tampoco a ese canon, ni siquiera son conocidas.

 —El título de su mesa redonda hace referencia a aquella famosa frase de Simone de Beauvoir sobre cómo se construye el género, la imposición social que nos lleva a tener papeles sociales bien diferenciados y que está en pleno debate. Voy a la cuestión de raíz: ¿Es el género una identidad?

—El género sigue siendo algo construido y hemos de entenderlo como algo cultural. En lo cultural entra también una reflexión sobre lo biológico y una reflexión antropológica. La crítica que ya empezaba a hacer Simone de Beauvoir a los esencialismos es justo ese concepto de naturaleza como lo dado. Yo me formé con Celia Amorós y Fina Birulés, y en aquellos años hablábamos de la falacia naturalista: según el cuerpo con el que has nacido así te construyen tu género, que es la parte cultural, social y política del sexo biológico. Creo que ahora el debate se amplía y es algo bueno. No debemos olvidar que en los debates que teníamos, el sexo no era solo el sexo biológico, es decir, los caracteres primarios o secundarios. Está también la idea, y desde luego en Beavoir está clara, de la orientación sexual y de qué hace cada uno con su sexualidad, que no es lo mismo que sexo.

—¿Se confunden conceptos como sexo, género y sexualidad?

—Yo me dedico sobre todo a trabajar sobre conceptos y creo que es muy importante precisar de qué concepto estamos hablando, qué queremos decir cuando decimos sexo y qué queremos decir cuando decimos género. Es verdad que no solo hay dos sexos biológicos. Existe la intersexualidad. Hubo una época, la nuestra, en la que todo esto era tabú. Era sobre todo tabú la práctica sexual. El sexo biológico se tapaba, era algo oculto algo, de lo que no se podía hablar. Y desde luego no se podía hablar de todas estas personas que tienen otra condición corporal que no es el binarismo sexual.

—La frase de «no se nace mujer, se llega a serlo», habla de cómo se construye un concepto cultural sobre una cuestión biológica: la de la hembra humana.  ¿Cuánto hay de biología en quiénes somos? ¿Es posible desgajar cuestión biológica de identidad de género?

 —Una de las cosas que más me ha gustado de esta reflexión feminista que parte de Simone de Beauvoir es la lucha contra los esencialismos, la deconstrucción de ese esencialismo que te determina. El existencialismo se opone a ese esencialismo, y ella, desde esa concepción existencialista, aboga por la posibilidad de desarrollar tu propia vida en libertad, de oponerse al determinismo biológico y cultural, que es lo que nos encorsetaría. Pero aquí Beauvoir habla de la opresión de las mujeres por parte de de los varones. Sigue existiendo una opresión del patriarcado. A mí me gusta hablar de él como de Alien, el octavo pasajero. Cuando crees que lo has eliminado, siempre vuelve a aparecer, viscoso, por la rejillas. Siempre se transforma, busca la forma de adaptarse a la nueva situación. Esto lo vemos con la emergencia de la derecha la radical, que está queriendo volver a la repartición de los roles para volver a oprimir a las mujeres y sin embargo, tienen mujeres también en sus partidos que parece, y digo parece, que son libres y que tienen una propia forma de vida. Pero lo que está detrás es el volver a repartir estos roles. Cuando hablábamos de género, hablábamos sobre todo de esa construcción cultural y de la repartición de roles sociales que va aparejada a ese género.

 —Que por el hecho de ser mujer tengas que ser madre, cuidar, quedarte en casa...

—Exacto, como algo necesario: eres mujer, te toca todo esto y no te puedes escapar. La cultura y la educación nos libera bastante de las desigualdades, por eso hay que seguir luchando por una educación pública y por una sanidad pública. Eso es lo que luego nos permite ser iguales, que no significa que estemos todos en el mismo cuerpo o que por tener un cuerpo similar seamos lo mismo. Yo siempre he hablado de un individualismo ético y de una solidaridad política. Cuando yo me formé en el feminismo había un un cierto pulso entre un feminismo de la igualdad y un feminismo de la diferencia, pero llegamos a estar de acuerdo en las cuestiones fundamentales. Las diferencias han de ser individuales. Cada individuo, por sí, es diferente de todos los demás, pero luego ha de haber también un algo común que nos une. Por una parte es la humanidad, pero por otra parte también es la idea de las mujeres.

—Que es lo que está en cuestión.

—Simone de Beauvoir se planteaba si existen realmente las mujeres. Yo creo que existen las mujeres y habrás oído hablar de un movimiento que hay ahora contra el borrado de las mujeres. Lo que yo defiendo, y puede haber alguna otra colega que se denomine feminista y que no esté de acuerdo conmigo, es que el feminismo sigue siendo el movimiento que defiende a las mujeres, a todas las mujeres, para que puedan desarrollar ese plan de vida y puedan emanciparse, puedan llegar a la igualdad.

—Pero el debate ahora mismo se ha centrado no tanto en qué defiende el feminismo sino a quién. Cuál es la definición de mujer, que se desgaja de la biología.

—Sí, pero yo creo que el feminismo sobre todo debe plantar sus raíces en la defensa de las mujeres. Hay que intentar que los conceptos aclaren en lugar de que confundan. Las mujeres existimos y somos mujeres muy diferentes, habrá mujeres que sean lesbianas, habrá mujeres que habrán llegado a ser mujeres porque han cambiado su sexo... Bueno, habrá diferentes mujeres, pero el feminismo defiende la causa de las mujeres y no otras causas. Desde el siglo XVII, las feministas defendieron las causas abolicionistas, las causas socialistas, pero luego ni el abolicionismo ni el socialismo defendieron a las mujeres. El feminismo debe ahondar sus raíces en la defensa de las mujeres y de los problemas propios de las mujeres, que en una gran mayoría van a seguir siendo las mujeres que se consideran heterosexuales, que tienen la posibilidad de engendrar y parir, que cuidan hijos y ancianos. Eso sigue existiendo en una gran mayoría. Luego hay otros problemas que son minoritarios y que hay que atender, pero yo defiendo aquí lo mismo que te decía con el abolicionismo o el socialismo: no debe ser el movimiento feminista el que directamente luche por esos otros colectivos, sino que cada colectivo debe de tener su propia sucursal. Eso no se contradice con que el feminismo defiende la lucha por la humanidad. Si conseguimos la igualdad de las mujeres, estamos consiguiendo también la igualdad de todo el género humano.

—Al final la defensa de todas las otras causas es también género. Se nos socializa en atender siempre primero a los demás. La causa de las mujeres, para luego.

—Exactamente. Concha Roldán como individuo puede participar de muchas causas, pero Concha Roldán como feminista considera que esa es la cuota de problemas que debe defender el feminismo, sin que por ello me cierre a hablar y a pensar qué es una mujer desde la definición ontológica, la definición emotiva, la definición biológica también. Pero tenemos que pararnos a pensar bien qué es eso y qué se hace con eso, porque se hacen leyes, como una Ley Trans que ahora está en debate.

—Que se está dando en términos muy gruesos, con una polarización que va en detrimento del propio debate.

—Yo empezaría por decir que el problema del debate es que hay una ley que es inmadura. Empezaría por definir las cosas primero filosóficamente y luego jurídica y políticamente. Es entonces cuando podemos hablar de una ley o buscar los perfilamientos de esa ley. Pero la ley parece que ha ido un poco como ese refrán: se ha puesto el carro delante de los bueyes. Hay que dejar que las cosas se aclaren. Yo no me opongo a las personas trans. Como filósofa ética me parece que también hay que defender que se pueda paliar el sufrimiento de las personas, y hay personas que nacen con un cuerpo que no es equivocado, pero que sí puede generar un sufrimiento social, ético, político, incluso en tu familia. Eso es lo que hay que atajar. Creo que este debate también hace daño en un unas personas todavía no maduras, a los adolescentes. Lo que me parece criticable de la ley es que hace de la autopercepción la base de la decisión sobre tu cuerpo. ¿Quién se autopercibe bien?

—La crítica viene por que eleva a categoría jurídica un sentimiento.

—En eso estoy de acuerdo. El sentimiento es subjetivo y la autopercepción es subjetiva. Hay una autopercepción que no tiene que ver tampoco con la realidad de las cosas ni de tu cuerpo, ni del cuerpo de los demás, ni de la realidad misma. Hay muchas personas que son psicólogas y que justamente que están hablando de todos estos problemas.

—Volviendo al concepto de debate. Se tramita por la vía de urgencia. ¿Hurta eso la posibilidad de debate sosegado, de escuchar voces discordantes?

—Falta debate y reflexión. Y hay una ética consecuencialista, hay que pensar también en las consecuencias que conllevan determinadas formulaciones ¿Vamos a estar cambiándola según vayamos viendo los problemas que se generan? A mí me gusta hablar de dialogar. Siempre es bueno hablar y escuchar a públicos más amplios. Lo que yo pienso y las reticencias que tengo tienen también que ver con otro tipo de desigualdades. ¿Quiénes pueden hacer este tipo de autodeterminaciones? Quienes están en una capa muy favorecida de la sociedad. Otra reticencia que tengo es con los lobbies médicos, quirúrgicos y farmacéuticos. ¿Cuánto dinero se mueve ahí? ¿A quién le interesa defender determinadas cuestiones, que a lo mejor van en contra de los individuos demasiado jóvenes, en algo que a lo mejor luego es irreversible?

—¿Hemos perdido la capacidad como sociedad de dialogar?

—La capacidad no la hemos perdido, lo que pasa es que vivimos en sociedades digitales, en redes sociales. Vivimos en la inmediatez y la inmediatez es lo contrario de la reflexión. Si pierdes la capacidad de reflexión también pierdes la capacidad de debate. Hay un debilitamiento de los conceptos, pierden su carga de idea y se quedan completamente vacíos. Son como banderolas que se agitan: libertad, igualdad... ¿pero qué quieres decir cuando dices libertad, a qué nos estamos refiriendo cuando defendemos la igualdad? Ese es el espacio que hay que volver a ganar y volver a ganar el tiempo para ello. Nos falta el tiempo. Yo he salido de las redes sociales porque me parecen una forma perniciosa de debate. Lanzar una frase es como tirar una piedra, no te da tiempo ni a explicar, ni a argumentar ni a comprender.

—Y los algoritmos además tienden a reforzar tu propia creencia. Impiden ver otras opiniones.

—O que puedas plantearte si tu libertad no está dañando la igualdad o la libertad de otros. Por ejemplo, en los vientres de alquiler, ¿a quién se favorece? Para que unos puedan desarrollar su propio plan, hay granjas de mujeres que provienen de capas de la sociedad más desfavorecidas de las que se está abusando. Y otro tema del que no hablamos es de la vejez. Simone de Beauvoir hablaba de ello. Victoria Camps también ha escrito sobre la vejez. Si eres una mujer mayor parece que tienes una circulación más cerrada en la sociedad.

—Hablaba de vaciado de contenido de conceptos, que se convierten en banderas. ¿Se han banalizado términos como libertad, tolerancia, fascismo?

—Los conceptos están vivos, su contenido evoluciona dependiendo del contexto del que hablábamos al principio de la charla. Pero si se vacían y sobre todo si estamos denominando ahora fascismo a algo que no lo ha sido estamos llamando a la confusión. No sé hasta qué punto se puede seguir utilizando la misma denominación si el contenido es absolutamente distinto. Hay que ser un poco honesto y no jugar con los conceptos, es decir, se puede evolucionar, matizar, pero no puedes cambiar radicalmente. Fascismo es un totalitarismo y no puedes decir que es lo contrario. Hay definiciones para las cosas.

—Este curso se estrena una nueva reforma educativa, que ha vuelto a tocar el modo en el que se enseña filosofía en las aulas. ¿Hay una relación directa entre los cambios a los que se ha ido sometiendo la filosofía en los currículos y este adelgazamiento de conceptos políticos?

—Mientras que no aprendamos que la educación es fundamental y no pueden las distintas ideologías políticas hacer cambios tan radicales... Hay que intentar argumentar qué tipo de sociedad queremos. Si queremos una sociedad libre igualitaria tenemos que ser consecuentes. Primero, la ética no ha prosperado. No existe esa denominación. Dicen que hay un contenido ético dentro de otra asignatura de valores, que es verdad que puede que lo haya pero no es lo que denominaríamos ética. La ética es algo fundamental para los seres humanos y los valores vienen después. Son algo que también va teniendo su evolución y que serán positivos o negativos dependiendo de si atienden a esos conceptos éticos y que no pueden escaparse de que hay cosas buenas y hay cosas malas. Hay una historia de la filosofía en primero que es obligatoria. Debería de haber otra filosofía también obligatoria y que tenga que ver, más que con contenidos de historia de la filosofía, con la capacidad de reflexionar, de argumentar, de criticar. Hay una serie de herramientas filosóficas que debería estar igual en un cuarto curso o en un tercer curso. Para los adolescentes debería haber esta esta posibilidad. Me parece que está bien que hayan incluido algunas autoras como un primer paso.