El arquitecto estima que las nuevas intervenciones deben dialogar con lo ya existente
03 abr 2022 . Actualizado a las 11:26 h.Premio Pritzker en 1992, premio Nacional de Arquitectura de España en el 2019 —primer no español galardonado—, Álvaro Siza Vieira (Matosinhos, Portugal, 1933) ha dejado una nueva huella en Santiago: un espacio funerario en la catedral, que se suma al CGAC, la Facultade de Ciencias da Comunicación y la intervención en el parque de Bonaval.
—Cuarto proyecto en Santiago y no tiene nada que ver con el resto porque es intervenir en la catedral, ¿cuál fue el principal desafío al afrontarlo?
—El encargo fue una sorpresa. Es fantástico tener un trabajo que, aunque sea de pequeña dimensión, tiene un gran significado en una catedral con siglos de historia y siglos de intervenciones de arquitectura, escultura y de arte en general. Es una oportunidad rara, que no estaba en mi pensamiento que pudiera suceder.
—¿Cómo se enfrenta un arquitecto a actuaciones tan dispares como un rascacielos en Nueva York [hace un par de años concluyó el primero], una intervención en un casco histórico o este proyecto en la catedral?
—Siempre ha de ser haciendo una pesquisa respecto a aquello que se pretende con la intervención y aquello que ya existe. Es un balance entre las dos cosas. En una estructura histórica, siempre implica un cambio y aquello que existe con su valor patrimonial exige más una no intervención, es decir, una mínima intervención. En la catedral de Santiago, por ejemplo, hay que tener en cuenta que estamos continuando un trabajo que acumula siglos. Aunque sea una pequeña pieza, es muy importante no contrariar esa continuidad. Así, lo hecho está en diálogo con cosas anteriores. De aquí a un siglo, otro intervendrá, si es que la humanidad dura más de un siglo.
—Por lo que dice es más fácil diseñar ese rascacielos de Nueva York que buscar el diálogo del edificio del CGAC con San Domingos de Bonaval. ¿Impone más limitaciones enfrentarse a esos diálogos con el pasado?
—Es cierto que es una dificultad. Pero el desarrollo de la arquitectura viene bastante a partir de dificultades, de asumir la dificultad como elemento de transformación. Es difícil pero no es impeditivo respecto a la creación.
—¿Ha crecido la valoración a nivel social de la arquitectura?
—Si se habla de considerar la belleza del ambiente, parece que sí, parece que hay una mayor valoración. Pero, en realidad, no creo que exista. Prácticamente, en cualquier ciudad, la gente que se da cuenta de la belleza, que se siente sensibilizada y estimulada por el ambiente, va al centro histórico, y le gusta mucho, pero no va a la periferia, porque en ella generalmente no existe esa envolvente. Un turista que quiere sentir el estímulo, esa sensación de belleza, por ejemplo, cuando visita París, no va a la periferia, acude al centro. Eso pone sobre la mesa un problema que para un arquitecto es algo muy triste y muy desmotivador: ver que la arquitectura que se hace hoy no llega en la ciudad porque muy pocas veces alcanza esas zonas que instigan el placer de la gente, esas partes históricas.
—¿Tiene más proyectos previstos ahora en Galicia?
—Que yo sepa no tengo ninguno. Es difícil el acceso al trabajo. El ejercicio de nuestra profesión está muy mal, la arquitectura está en agonía. El trabajo de arquitecto está actualmente mal pagado y mal apoyado.
—¿Por qué afirma que está en agonía la arquitectura?
—Porque las normas que existían y permitían una vida profesional normal fueron cambiadas por instrucciones de la Unión Europea. En toda Europa, excepto en Suiza, que no pertenece a la UE, se volvió imposible el ejercicio de la profesión. Debo decir que no soy antieuropeísta, pero respecto a lo que pasa con la arquitectura, sí soy crítico. No entiendo cómo los colegios de arquitectos no son capaces de reunirse y exigir un cambio. Todo trabajo público tiene que ser por concurso o por invitación. Si una ciudad quiere invitar a un arquitecto para un proyecto solo puede pagar una cuantía imposible. En Portugal son 20.000 euros y en España, todavía menos, 15.000 euros, lo que no da para proyectar ni una cabaña. De no ser así, hay un concurso y ahí uno de los criterios es el coste del proyecto, entonces está bloqueado el trabajo en condiciones normales. Por otra parte, fueron abolidos los derechos de autor, por lo tanto no puede defender la autoría. Por eso digo que está en agonía.
«Lo que me interesa es estar en formación hasta la muerte»
Para Álvaro Siza, la arquitectura es mucho más que diseñar una construcción. Él concibe las actuaciones a nivel global, incluyendo no solo el diálogo con el entorno donde se ubica, sino también fijando las claves de ese interior. «Hay una tendencia a considerar que interior es una cosa y exterior otra; a construir un edificio y decirte: ‘Ahora del interior se encarga el decorador, no usted’. Esto no permite desarrollar la arquitectura tal y como es: sin fronteras, interior-exterior. Siempre tiene que haber una dualidad, si se corta eso, se disminuye la eficacia de la arquitectura».
Esa fragmentación a la hora de abordar los proyectos arquitectónicos, en opinión de Siza, tiene su incidencia en la calidad. «Hay una clara intención de tener reglas que garanticen el confort y la calidad material, pero después falla que no se concibe como unidad, como globalidad, que es lo que da la calidad de la arquitectura y de la ciudad. Todo se afronta de manera dividida: el urbanismo traza donde se construye y después llega la arquitectura como si fuera algo aparte. Y eso no puede ser. La arquitectura tiene un papel en la conformación del espacio», asegura.
¿Se resiente la funcionalidad en ocasiones en favor de la estética? «La belleza es para mí la máxima expresión de la funcionalidad porque cumple con los aspectos de utilización, de confort, de habitabilidad.... La belleza no es un aspecto abstracto ni estético, sino que es un desarrollo a nivel global, considerando todos los elementos conectados para dar ese ambiente total donde uno se siente bien», afirma.
Siza detalla que en los últimos 15 años su obra se centró prácticamente en China y Corea. «En Europa, España y Portugal no encuentro las oportunidades», dice. ¿Le queda alguna espina clavada de algún proyecto? «No me importa eso. Lo que me interesa, al igual que todo arquitecto, es estar hasta la muerte en formación y esa formación pasa por tener experiencias de distintos trabajos: de gran escala, de pequeña escala, en conjunto... [...] Quien se concentra en un tipo de arquitectura o de escala es incapaz de trabajar en la ciudad», replica el premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura.