Eva García Sáenz de Urturi: «Me interesan los orígenes, esa necesidad humana de saber quiénes nos trajeron a este mundo»

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Eva García Sáenz de Urturi
Eva García Sáenz de Urturi pablo terzagui

La superventas, ganadora del Planeta en el 2020, recupera al inspector Kraken en «El libro negro de las horas»

17 feb 2022 . Actualizado a las 20:25 h.

En los últimos diez años, Eva García Sáenz de Urturi (Vitoria, 1972) ha escrito ocho novelas. Tres de ellas —El silencio de la ciudad blanca, Los ritos del agua y Los señores del tiempo— se convirtieron en un auténtico artefacto literario de ventas que enganchó a más de dos millones de lectores de todo el mundo. El fenómeno resultó tan abrumador que la autora vasca cerró aquel ciclo sin querer saber nada más del inspector Unai López de Ayala, más conocido como Kraken, y cambiando totalmente de tercio se alzó en el 2020 con Aquitania como ganadora del Premio Planeta. Sin embargo, ha terminado volviendo a la confortabilidad de los conocido. Tres años después del que parecía el broche final de la saga, recupera su universo de cabecera en El libro negro de la horas. Junto a La Bestia, de Carmen Mola, es el lanzamiento más importante del año para Planeta, con una ambiciosa primera edición de 300.000 ejemplares que acaba de llegar a las librerías.

—Tras «Aquitania», se confesó cansada del enorme sacrificio personal que le exigía la documentación para preparar sus novelas, dijo que le apetecía «disfrutar de escribir». Y, sin embargo, vuelve con una inmersión en el mundo del libro antiguo con una concienzuda labor de preparación previa.

—La vida sucede y sucedió que me enamoré de la bibliofilia y del mundo del coleccionismo de libros antiguos. Esta documentación resultó para mí un regalo, supuso poder acceder a bibliotecas como la de la Universidad de Valencia y observar de primera mano un Ptolomeo, o hablar con libreros de viejo en las Ferias del Libro antiguo.

—En alguna ocasión ha hablado de su proceso de escritura, muy estructurado y rígido. ¿Nunca se deja llevar?

—Para inventar escenas hay que dejarse llevar, es la parte que yo llamo «bajar a la cueva», es decir, pasear por mi subconsciente y encontrarme con mi niña interior y con la anciana sabia que seré. Ellas me esperan allí dentro y jugamos juntas, que no es otra cosa que crear. Con los años he aprendido mil maneras de alcanzar ese estado de gracia que algunos llaman flow, trabajar en la zona... A mí me gusta pensar en términos de magia blanca. Decía Stephen King en su soberbio Mientras escribo que las escritoras y escritores somos hechiceros, ya que el verbo spell out, deletrear, proviene de spell, es decir, hechizo.

—Cuando cerró su trilogía, no quería saber nada más de Kraken. Y aquí está de nuevo. ¿Le echaba de menos? ¿O sentía que se lo debía a sus lectores?

—Los personajes de mis novelas conviven conmigo durante años y, en este caso, este universo de la Ciudad Blanca maridaba muy bien con el de la bibliofilia.

—¿Con qué de esta historia le gustaría que se quedase el lector?

—Con la fascinación por ese mundo del libro antiguo y con el factor humano de la novela, el de alguien que se creía huérfano desde niño y ve la posibilidad de que uno de sus progenitores esté vivo. Trata de la búsqueda de nuestros orígenes, de esa necesidad humana de saber quiénes nos trajeron al mundo, en qué circunstancias, y del sentido de pertenencia.

—¿Cree que en todas las familias hay zonas de sombra, que todas tienen un tabú, una línea roja?

—Decía Tolstói que «todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia desdichada lo es a su manera». Esa frase contiene, básicamente, uno de los grandes hilos de la literatura de toda ficción.

—Publica casi un libro por año y tiene dos hijos. ¿Cómo lo hace? ¿Cuál es su secreto para escribir?

—Parto de que ejerzo un trabajo creativo, invento historias, personajes y situaciones que no existen, o me baso en personas que sí existieron, pero ficciono sus vidas. En mi caso, el trabajo de documentación es muy importante, ya que mi empeño como escritora es sumergir a las lectoras y lectores en un universo con leyes propias, pero coherente. Escribir es, para mí, un ejercicio de introspección, creación y casi de meditación. Accedo a mi interior y me convierto en una especie de relojera cósmica.

—No ha querido posicionarse sobre el fenómeno Carmen Mola. ¿Por qué razón?

—Porque soy escritora y lo que me interesan son los libros y que las lectoras y los lectores lean nuestras obras y se formen su opinión.

De la ciudad blanca de Vitoria al Madrid de las Letras

Eva García Sáenz de Urturi, en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes
Eva García Sáenz de Urturi, en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes Pablo Terzagui

Como Vitoria en la Trilogía de la Ciudad Blanca, el corazón de Madrid, concretamente el ventrículo derecho, es en esta cuarta novela un personaje más de la historia. Al Barrio de las Letras, esa almendra entre Atocha y la Carrera de San Jerónimo, que limita con la plaza de Santa Ana y los museos Caixaforum y Thyssen, se traslada el experto en perfiles criminales Unai López de Ayala tras recibir una llamada que en cuestión de segundos desarticula todos sus engranajes familiares: al otro lado de la línea, una voz distorsionada asegura tener secuestrada a su madre, a la que llevaba dando por muerta 40 años. Para liberarla, el inspector, apartado ya de la vida activa, deberá encontrar un «libro de horas» épico, tanto que ningún bibliófilo confía ya en su existencia.

Así es como empieza a desenredarse la madeja. La trama de la nueva novela de García Sáenz de Urturi nos traslada a un Madrid adoquinado en el que vivieron los grandes escritores del Siglo de Oro español: Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Tirso o Góngora. Dejándose caer por la Cuesta de Moyano abajo —por cuyas casetas de ejemplares usados trastea Kraken mientras uno de los libreros le revela información clave—, uno desemboca en el Paseo del Prado para, tras atravesarlo, adentrarse en un laberinto de callejuelas, epicentro de librerías de viejo y anticuarios madrileños: ahí está la librería Miguel Miranda —clave en el nudo—, con su suelo de mármol y su espectacular escalera de caracol metálica; la sede de la Sociedad Cervantina, donde se imprimió por primera vez El Quijote; y la fascinante Bodega de los Secretos, una cueva subterránea donde los monjes guardaban vino hace 400 años hoy reconvertida en un exclusivo restaurante. A dos minutos andando, la sede del Instituto Cervantes, con su Caja de las Letras acorazada custodiando tantos y tantos legados culturales. Todos estos enclaves serán clave en esta aventura. Ya lo dijo don Miguel: «El que lee mucho y anda mucho, sabe mucho».