Frenéticos años veinte, inmersión total de la mano de Calixto Bieito

héctor j. porto BILBAO / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

Una visitante observa las obras «Langage vertical» y «Gateu» (derecha), de Frank Kupka
Una visitante observa las obras «Langage vertical» y «Gateu» (derecha), de Frank Kupka Miguel Toña | Efe

El museo Guggenheim de Bilbao repasa el arte de la década a través de 300 piezas

07 may 2021 . Actualizado a las 16:39 h.

Decía André Breton aquello de que el deseo debía tenerse como el único resorte válido en el mundo, como «el único rigor que el ser humano debe conocer». Transcurría entonces la segunda década del siglo pasado. El mundo, Europa en particular, salía de la destrucción, el dolor y la muerte que había dejado la Primera Guerra Mundial. A lo que se sumaban los efectos de pandemia de 1918, la llamada gripe española. Se necesitaba una nueva alegría de vivir, unos nuevos patrones, con urgencia.

Muchos fueron los factores que contribuyeron a generar una asombrosa fuerza motora en el arte y la sociedad que convirtió aquel tiempo en una época de agitación, esplendor, esperanza e innovación sin parangón. En medio de esa convulsión positiva, se movían no menos velozmente los mecanismos implacables de la economía, cada vez más industrializada y despiadada, más despersonalizadora. Ese espíritu es el que trata de recrear la exposición Los locos años veinte, que este viernes abre al público en el museo Guggenheim de Bilbao gracias al patrocinio de BBK. En su ánimo de trasladar al espectador esta arrolladora potencia, su seductor cromatismo, las comisarias Cathérine Hug (por la Kunsthaus de Zürich) y Petra Joos (Guggenheim) han contado con el prestigioso dramaturgo Calixto Bieito para pensar la escenografía que convenía a este relato, un relato que pedía exceder los límites del óleo sobre lienzo, romper el marco, aunque sea la pintura lo que en buena medida evoque esta revolución artística de entreguerras. Y es que la muestra pone en juego no solo cuadros: entre sus más de trescientos objetos tienen cabida la escultura, el dibujo, la fotografía, el cine, la arquitectura, el diseño de muebles, la moda, la danza, la música... 

Paralelismos

Más allá de que el proyecto estaba concebido para el 2020, cuando se cumplían los cien años del inicio de aquel brillante decenio, y que hubo de ser aplazado por el coronavirus, Hug cree que la lectura de esta exposición puede establecer ciertos paralelismos con el presente, inmerso como está el mundo en una gran crisis económica, una pandemia y un cambio de paradigma motivado por la era digital. En aquella época las mujeres tuvieron un papel trascendental, con la asunción de un rol distinto, protagonista. Habían tomado las riendas de las fábricas, de la producción, en tanto que sus maridos y sus hijos estaban en las trincheras, y, cuando estos regresaron -no como héroes, sino como víctimas-, ya no quisieron renunciar al papel que habían conquistado (el sufragismo será el siguiente paso). Una nueva sociedad se estaba fraguando, como hoy el movimiento MeToo ha modificado la perspectiva con que se juzgan los comportamientos y por tanto también los ha transformado.

Joos ensalzó el planteamiento novedoso del proyecto y elogió el papel desempeñado en su desarrollo por Calixto Bieito. Cree que su trabajo será un referente en adelante por lo que apuesta por «la magia y la emoción». Fue en este aspecto donde incidió el escenógrafo, que entiende que las obras expuestas y las conexiones que se plantean abren un universo excitante al espectador que demuestra, afirmó, que «la libertad en el arte es posible, como decía Shakespeare». Bieito lo supo ya cuando sus padres lo llevaron de niño a ver arte rupestre y la impresión que le causaron los bisontes no le dejó dormir aquella noche. «Los humanos pueden ser brutales y mostrar una crueldad terrible, como se vio en el siglo XX, pero también pueden crear obras de arte maravillosas». Todos somos artistas, incidió, pero debemos dejar que ese arte salga afuera, y eso es lo que busca su trabajo en esta exposición.

«Un gran paisaje, un canto, un gran poema a la libertad y la creatividad»

La exposición Los locos años veinte entronca, subrayó Calixto Bieito, con el profundo arraigo personal que él mantiene en la cultura europea. También quiso dejar claro que no hay un ápice de nostalgia en este proyecto, ni de lastre museístico, «está lleno de vida, de riesgo, enseña colores que no se habían visto nunca en una exposición». El escenógrafo instó a los creadores a dejar el miedo atrás, a hacer cosas, atreverse. Bieito concibió su tarea como una invitación a pensar que el arte es el camino para imaginar y creer que «todo es posible». Por ello, quiere ver esta exposición como un gran paisaje, como un canto, como «un gran poema a la libertad y la creatividad», que, además, sospecha, el mundo necesita en estos tiempos de temor e incertidumbres. Su labor consistió en ofrecer a las obras de arte una dramaturgia, una disposición para conducir al espectador al viaje. «Nos lleva a sitios que no conocíamos, que pensábamos que no nos iban a gustar y que acaban por gustarnos», argumentó.

El recorrido por las siete salas en que se articula la muestra está animado por la iluminación, por veces teatral, pero también por los montajes de vídeo con películas de la época, como una pieza del pintor Fernand Léger, y con escenas de cabarets y cafés o de danza.

Las piezas de mobiliario o las fotografías y planos de arquitectura, relacionadas principalmente con la Bauhaus, ofrecen un claro ejemplo de cómo los creadores miran a la sociedad, de cómo se propugna la democratización del arte y también del ocio.