La Sibila de los Alpes

Eduardo Galán Blanco

CULTURA

La película «El creyente» es una hermosa metáfora de la búsqueda del amor y la identidad, de la soledad experimentada en tiernas carnes que todavía aprenden a sentir.

20 jun 2019 . Actualizado a las 10:52 h.

A un centro de rehabilitación para jóvenes drogadictos, aislado a los pies de los Alpes franceses y regido por una comunidad católica, llega un chaval que acaba de traspasar la mayoría de edad. Todavía niño, solo, asustado, confundido, incapaz de hablar, enfadado con el mundo que lo ha criado, cargado de violencia. La reflexión, el trabajo duro y el espejo de los otros chicos es todo lo que tendrá desde ese momento. Allí no le exigen rezar, no tiene que justificarse por nada, solo pedir perdón, precisamente lo único que no puede hacer. No tiene sentido pedir perdón.

Pasado el mono de la heroína, transcurridos los duros días del aislamiento y la privación, nada ha cambiado en su vapuleada vida y el protagonista huye de las palabras huecas, de tanto silencio. Entonces encuentra a la joven hija de los granjeros que abastecen a la comunidad de exdrogodependientes. La chica, cual Sibila de Delfos -no en vano se llama Sybille- le asegura que, si no vuelve al centro, será su fin. Quizá no es la premonición misma, sino la natural serenidad y armonía de la sacerdotisa lo que convence al fugitivo, que regresa junto a sus beatos compañeros.

Premiado en Berlín, el casi debutante actor Anthony Bajon -que en el filme Rodin interpretó, tampoco es casualidad, al hijo rechazado del escultor- dota de una conmovedora verdad -su mirada descubriendo la belleza primigenia de Louise Grinberg- a este nuevo Antoine Doinel. Y el muy naturalista director Cédric Kahn -autor de la excelente Una vida mejor- permite que, entre rezo y rezo, aflore un honesto discurso sobre la autoconstrucción.

Pues, más allá de que algún despistado la pueda confundir con un sermón, El creyente resulta una hermosa metáfora de la búsqueda del amor y la identidad, de la soledad experimentada en tiernas carnes que todavía aprenden a sentir. Y todo nos parece más coherente aun, cuando, en los créditos, encontramos que la película está producida por Sylvie Pialat, viuda del gran Maurice Pialat, campeón de la tradición realista y renoiriana del cine francés. Además, los cinéfilos sonreirán -y se aterrorizarán a partes iguales- al ver a la gélida pero caliente musa de Rainer Werner Fassbinder, Hanna Schygulla, puesta de anciana monja maternal y colérica que abofetea al joven rebelde por mentirle sobre su falsa felicidad.

«LA PRIÈRE»

Francia, 2018.

Director: Cédric Kahn.

Intérpretes: Anthony Bajon, Damien Chapelle, Àlex Brendemühl, Louise Grinberg, Hanna Schygulla, Antoine Amblard, Colin Bates, Magne Håvard Brekke, Davide Campagna, Maïté Maillé.

Drama.

107 minutos.