Regalen una brújula a Langdon

miguel anxo fernández

CULTURA

INTERNET

El thriller «Inferno», de Ron Howard, se basa en una novela de Brown que es un potaje de ingredientes varios y antagónicos

20 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Y así de paso nos ayuda a aclarar lo indescifrable, una trama dantesca (muy al pelo), pues no vean el pollo que se montan a cuenta de la máscara del sufrido Dante Alighieri (siglos XIII y XIV), y toda una verborrea de símbolos para derivar en un plan siniestro orientado a cargarse a media humanidad, tras la cual están desde la OMS a la policía italiana y algún que otro jamado. Pero tampoco sería justo culpar a Robert Langdon de los males de Inferno, pues si Hanks muestra cara de susto (ojito: es un profesor de Harvard, pero cualquiera diría que es primo de Jason Bourne?) y Howard rueda con la ilusión de un cojo en los cien metros lisos, el señalado en este embolado no es otro que Dan Brown, novelista forrado con una franquicia que comenzó faltando al respeto a Leonardo Da Vinci y ahora la toma con Dante. Brown (aunque nos arriesguemos a escuchar sarcasmos e improperios con esta afirmación) es novelista dudoso, aunque, sin duda, sea un muy hábil fabricante de best sellers (que tiene su mérito, y ya quisiéramos?).

Lo suyo es un potaje de ingredientes varios y antagónicos para derivar en un engrudo que el bueno de David Koepp, curtido guionista en un puñado de buenos filmes, intenta recocinar para evitarnos una indigestión. Conste que haber metido en la tercera «solo» 75 millones de dólares (la mitad de la anterior, Ángeles y demonios, del 2009), da que pensar y no hay que ser Hawkins para intuir que Sony sospecha del agotamiento del filón. Otra cosa sería que nuestro experto en simbología caminase en el futuro sin las muletas de Brown, guiado por un guionista chisposo y un director con mejores luces, que Howard se conforma con las de posición. Arranca con la amnesia de Langdon y a los diez minutos no solo está todo el pescado vendido, sino que además huele por falta de frescura, comenzando por la samaritana doctora Sienna Brooks. Sin duda, Florencia es un plató perfecto para rodar, como lo es el estupendo trabajo de Arte a cargo de artesanos húngaros (reproduciendo los interiores del Palacio Vecchio). Son lo mejor de la peli.