El guion de «Regresión», lo nuevo de Amenábar, muestra fisuras, sobre todo por un exceso de masticado. Sobran las escenas de rituales y algún efectismo oportunista
05 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Cuestionar a un director por plegarse al producto mainstream con la lícita intención de entretener es tan injusto como absurdo. Exigir a ese mismo director que intente salirse del carril (que no descarrilar) y aporte sello personal a su propuesta, también es justo y coherente. Amenábar en su regreso al thriller optó por lo primero, en parte porque Regresión aspira al mercado internacional, y que en la producción haya aportación española casi podría tomarse por casualidad. Su prestigio gracias al arrollador éxito de su excelente Los otros y su Óscar por Mar adentro, le colocan en una posición privilegiada para interesar al público global, sobre todo hacer taquilla, a fin de cuentas objetivo último del negocio cinematográfico.
De sobra sabía el autor que la crítica, sobre todo ahora que el thriller está sometido a interesantes intentos regeneracionistas desde la televisión (True detective) y el cine (en el caso español, la reciente La isla mínima), no podría valorar al alza su propuesta en torno al miedo (que no terror) por muy cuidada que sea su forma y la atmósfera lograda. Es así. Si nada hay que reprochar a la recreación en exteriores canadienses de la Minnesotta estadounidense, con un gran trabajo de arte y la complicidad del muy dotado Daniel Aranyó en la fotografía, es el guion el que muestra fisuras, sobre todo por un exceso de masticado. Puede que hayan asumido como propio el criterio de que el público anglosajón necesita balizas para guiarse por las tramas complejas (es tópico extendido), pero aún así?
Sobran las escenas de rituales y algún efectismo oportunista. Amenábar se basó para su libreto en hechos reales centrados en fenómenos satánicos y toda su parafernalia, jugando con la posibilidad de la histeria colectiva como soporte a tales ocurrencias. El detective que investiga la denuncia de una joven acabará creyéndose atrapado en una red infernal (y viene al caso?), y cuando va camino de un desenlace en el que concentra un exceso de (interesante) información para la reflexión, el espectador ya está de vuelta. Incluso sobran los rótulos finales con notas de contexto histórico-ambiental que para nada importan a quien esté curtido en el género. Otra cosa, Hawke, pero sobre todo Watson, van muy pasados.