La película de apertura del festival, «Everest», provoca aludes de tedio en Venecia
03 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Esta Mostra venía arrastrando un poso de festival fetiche para su película de inauguración en las dos últimas ediciones, de las cuales Gravity y Birdman, ambas con director mexicano, salieron propulsadas hacia las más altas cimas de los Óscar. La racha se quebró ayer, después de que la anunciada como mayestática Everest provocase aludes de tedio en la Sala Grande del Lido. Everest despertaba expectativas alfombradas en el bombo publicitario alrededor de lo supuestamente extático de la aventura real y el 3D nepalí de dos expediciones de alpinistas descalabradas. Pero la montaña parió un ratón.
A medida que la tormenta de nieve va a más, la tensión dramática se empequeñece. Llega un momento en que, entre lo vidrioso de las gafas y la borrasca, no distingues a Jake Gyllenhaal de Josh Brolin. Y en realidad te da igual a quién se le congela antes la nariz. Hay un grupo de actrices excelsas, las Robin Wright, Emma Watson, Keira Knightley, condenadas a papel de florero de unos héroes que te importan menos que Jack Frost, aquel muñeco de nieve perdedor que hundió por un tiempo la carrera de Michael Keaton.
Este desmoronamiento de Everest despejó el peligro de un posible oscurecimiento mediático a El desconocido, la película gallega de Dani de la Torre, debutante con palabras mayores porque sobre él pesaba la apertura de la sección Giornate degli Autori. Hay que decir que Alberto Barbera, director de esta Mostra, ha dado buen trato a El desconocido. Horario de lujo en la sala Perla. Y cola de prensa acreditada para entrar que rebosaba el Casinò y que no solo colgó el sold out, sino que dejó personal fuera de esta primera proyección.
En la Perla, Luis Tosar fue recibido como en casa, con ovación de estrella muy querida en un festival en el cual, al fin y al cabo, nació el fenómeno Celda 211, dentro de Venice Days.
Gran guion de Marini
Como un efecto rebote colateral e imprevisible, como es la vida orgánica de un festival, los deseos de segregar adrenalina frustrados en la plúmbea Everest encontraron audiencia ávida en la opera prima de Dani de la Torre, un thriller cuyo eminente valor de trepidación nace no de una acción epidérmica -véase Speed, con la que nada tiene que ver- sino de un guion de calado, de los que se articulan sobre una propuesta de pulso psicológico al espectador.
Un coche, un bancario ejecutor de fondos buitre que conduce a sus hijos al colegio, una bomba vengativa. No lo entiendo en modo alguno como cine político; flaquearía si lo fuese. En esa tensión de la acción en tiempo real, ese vibrato alejado de la pirotecnia a lo Michael Bay y mucho más reconocible en títulos más delicados como Nick of Time, de John Badham, o Última llamada, de Joel Schumacher , es en donde habita con comodidad El desconocido.
En ese territorio tan de ajuste fino como la elección al límite del cable para desactivar una bomba es en el que juega sus bazas notables el guion de Alberto Marini, reseteando con medidos juegos de resorte el envite constante al que someten las leyes sutiles de este género. Y, como en plano picado -excelente montaje de Jorge Coira-, el dominio de debutante enciclopédico de su director para proyectar por esos rieles que son las calles de A Coruña el envite, y aun el órdago, de un thriller para cuyo desafío no es notoriamente baladí la presencia poderosa de Luis Tosar, pautando también con su rostro el ritmo, la calma o el frenesí de este thriller destilador de adrenalina sabia con el que Tosar y la productora Emma Lustres se erigen ya en clásicos de este festival, refrendados por la ovación cerrada final de la sala Perla.