Christopher Nolan y la proyección tradicional

La Voz

CULTURA

02 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Nolan no se opone a la exhibición digital, pero sí a rodar en 3D, aunque hubiera preferido que Interstellar se proyectase en 35 milímetros en pantallas convencionales y en 70 en salas IMAX, pero se encuentra con un lamentable imprevisto: la mayoría de múltiplex de Estados Unidos y Canadá han prescindido de los proyectores analógicos y son muchas las IMAX que o cerraron o se han reconvertido. Aun así, con el apoyo de las productoras que afrontaron los casi 170 millones que ha costado su filme (Warner Bros y Paramount Pictures, entre ellas), adelanta su estreno en dos días para salas analógicas, además de exigir que allí en donde se muestre en «numérico», haya al menos una copia en 35 milímetros. Nolan sostiene que el celuloide da matices cromáticos y de sonido, vetados a la otra modalidad.

Realmente, apenas cinco años después de la convulsión provocada por la llegada de Avatar (James Cameron, 2009), con la reconversión febril del parque exhibidor a la tecnología 3D y al digital, con la coartada de un fuerte ahorro de costes (axioma falso al no haberse trasladado al precio de la entrada), todo se mantiene en un clima de incertidumbre.

Mientras tanto, en España se anunciaba que Fox y Paramount renunciarían a la película fotoquímica en el 2013, e incluso se asegura que Disney lo hará a finales de este año, pero tal rotundidad parece por ahora descartada. Véanse las recientes 20 copias de Tortugas Ninja en 35 milímetros tiradas por Paramount y las que se harán de Interstellar, en número que no se ha hecho público. Súmese que la cadena Ábaco-Cinebox, lo que resta de Lauren y otros pequeños empresarios, todavía dan analógico en algunas pantallas y cadenas como Cinesa mantienen proyectores sin desmantelar, aunque en desuso.

Reabren salas analógicas

En medio de esta confusión, en algunas capitales europeas resisten o reabren salas analógicas, a expensas de una oferta suficiente de copias. Como colofón está el director Quentin Tarantino, baluarte irreductible del viejo celuloide y propietario del New Beverly Cinema en Los Ángeles, en donde proyecta al público filmes en 35 milímetros que proceden de su colección personal. Sin duda, el sector está convulso, pero quienes, movidos por la fuerte presión económica del lobby digital, aventaron la aniquilación del soporte fotoquímico, quizá no contaban con ese lobby alternativo de grandes cineastas para afirmar que el celuloide no ha muerto y además es imprescindible.