Poetas en las trincheras

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Kirk Douglas protagonizó el filme de Kubrick «Senderos de gloria».
Kirk Douglas protagonizó el filme de Kubrick «Senderos de gloria».

La Primera Guerra Mundial, cuyo centenario se celebra este año, inspiró versos y novelas, memorias y películas, cuadros y hasta tangos

19 ene 2014 . Actualizado a las 14:44 h.

La celebración este año del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial trae consigo un aluvión de publicaciones que analizan el conflicto desde todos los ángulos posibles. Pero durante años el enfrentamiento alimentó libros, cuadros, composiciones musicales y películas que han perdurado por su valor cultural. Además, las trincheras generaron una de las colecciones poéticas más singulares en la historia de la lírica, la escrita desde la misma línea del frente y de las primeras en subvertir el papel del verso como cantor de la gloria de los vencedores por la denuncia de los horrores sin precedentes de la guerra.

Uno de los más conocidos fue el británico Wilfred Owen, muerto en combate una semana antes del armisticio. Los versos de Dulce et Decorum Est, Himno para una juventud condenada o Encuentro extraño recogen el terror de una contienda enquistada durante años en un frente de trincheras. Fue tal el impacto de estos poemas que el compositor Benjamin Britten, de quien se acaba de celebrar también su centenario, los incluyó en su Réquiem de guerra, estrenado casi cincuenta años después. De igual modo, el mentor de Owen, Sigfried Sassoon, junto a otros poetas como Edward Thomas o Rupert Brooke, a la vez que combatían -y en algunos casos fueron condecorados- denunciaron el sinsentido de una guerra que diezmó a toda una generación de jóvenes, entre los que se contaba J.R.R. Tolkien: perdió a casi todos los amigos con los que había crecido, arrojando una sombra que llegaría hasta El señor de los anillos. Una selección de estos poetas de la guerra puede hallarse en Tengo una cita con la muerte, una antología preparada por Borja Aguiló y Ben Clark para la editorial ourensana Linteo.

Aunque también dejó constancia de su paso por la guerra en varios poemas, la obra con la que Robert Graves retrató aquellos años fue su autobiografía Adiós a todo eso. El autor de Yo, Claudio da cuenta de los ciclos alternos entre trinchera y retaguardia, solo interrumpidos por muerte o herida. Desde el otro lado del frente parece contestarle, también con otro tomo de memorias, Ernst Jünger, cuyo Tempestades de acero no obstante toma el camino opuesto al de Graves y se nutre de emocionantes descripciones de episodios bélicos.

No solo en la literatura memorialística dejó huella la guerra del 14. Viaje al fin de la noche, del polémico Céline, presenta en su arranque el absurdo de un enfrentamiento que no le deja más opción a su protagonista que la de desertar. Hemingway se valió de su experiencia como conductor de ambulancias para escribir Adiós a las armas, que se acaba de reeditar en español en una nueva traducción. Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Blasco Ibáñez obtuvo un éxito instantáneo al publicarse en EE.?UU. en 1919, lo que dio pie a una rápida adaptación al cine protagonizada por Rodolfo Valentino.

De Chaplin a Kubrick

El cine daba entonces sus primeros pasos y también se ocupó de lo vivido entre 1914 y 1918. De este último año data Armas al hombro, de Charles Chaplin, aunque habría que esperar a que Renoir entregase su obra maestra La gran ilusión, filmada en 1937 y cuyo argumento basado en un campo de prisioneros alemán parecía presagiar la nueva guerra que estallaría dos años después. De 1930 data Sin novedad en el frente, que comparte un espíritu antibélico con la que quizá es la película que mejor refleja la sinrazón de una guerra que comandaban generales anclados en el siglo XIX a una matanza con los métodos industriales propios del XX: Senderos de gloria, de Kubrick.

En la pintura, hubo artistas como John Singer Sargent que todavía le confirieron un tono épico a los militares involucrados en la guerra, mientras que otros, como Otto Dix, le daría salido al horror vivido a través del expresionismo.

Hasta Gardel habló de la Guerra en su tango Silencio: «Y al grito de guerra / los hombres se matan / cubriendo de sangre /los campos de Francia».