Robert de Niro, los 70 abriles de Don Camaleón

Miguel Anxo Fernández LA VOZ

CULTURA

El hiperactivo actor estrenará en los próximos meses cinco nuevos filmes con tres más en puertas, incluido «The Irishman», con su eterno Martin Scorsese

28 sep 2013 . Actualizado a las 11:33 h.

El abecé de un actor, está en meterse en piel ajena y lograr que el espectador se quede con las emociones que aquel transmite. Robert Anthony de Niro Jr., neoyorquino, 70 tacos recientes, alumno de Lee Strasberg en el mítico Actor?s Studio, va algo más allá y fue de los primeros en añadir también la transformación física, completada con el estudio metódico de los antecedentes, trazos y circunstancias vitales de los personajes que encarna. Condujo un taxi durante varias semanas para Taxi Driver, engordó a lo bestia para encarnar al púgil Jake La Motta en Toro salvaje y al mafioso Al Capone en Los intocables, se fue a Sicilia para recoger el acento italiano en El padrino 2. En fin, la lista es generosa. Un camaleón de la pantalla.

Y no necesitó muchos esfuerzos para vestir a marginados de la ley porque pasó su infancia y su primera juventud en las calles de Little Italy. Parte de esos recuerdos están en su debut como director, Una historia del Bronx (1993), sobre un guion autobiográfico de Chezz Palmentieri. Dicen que su mejor cine está entre el ocaso de los sesenta y parte de los ochenta. Con directores como Brian de Palma, su «descubridor», que lo dirigió en Greetings (1968), The Weeding Party (1969), Hola, mamá (1970) y finalmente en Los intocables de Eliot Ness (1987). Y sobre todo con Martin Scorsese, que le facilitó su segundo Óscar en Toro salvaje (1980) y lo filmó en Malas calles, New York, New York, El rey de la comedia, Uno de los nuestros, El cabo del miedo y Casino.

Otro miembro de esa banda de renovadores del cine norteamericano, Francis Ford Coppola, lo transformó en el joven Vito Corleone para El padrino 2 y de paso lo llevó al Óscar secundario en 1974. Camino del centenar de obras (entre ellas Luces rojas, para el ourensano Rodrigo Cortés, en el 2012), nadie como De Niro, suma tal cantidad de tipos memorables, muchos de ellos retorcidos... Para sus detractores (pocos), esa fiebre compulsiva de rodar tres largos por año como media (más de una treintena desde el 2000), lo obliga a renunciar a la calidad. Para sus fans (muchos) es un regalo verlo asomarse a las pantallas con tanta frecuencia. Tímido incorregible, perro verde para otros, admite en privado que si no hace mejores películas es por la escasez de guiones.

Su proyecto personal de rehabilitar, desde hace años, el barrio neoyorquino de Tribeca (con su festival de cine a la cabeza) y su deseo de continuar narrando la génesis de la CIA, iniciada con su segundo (y notable) filme El buen pastor (2006) se vinculan a su frenética actividad. Necesita pasta.

Cinco títulos esperan para ser estrenados en España en los próximos cuatro meses, y tres más están en rodaje, uno de ellos a comienzos del 2014, nuevamente con Scorsese, The Irishman, sobre el asesino a sueldo que eliminó a Jimmy Hoffa. Hay De Niro para rato.