Sara cantó el último cuplé

Eduardo Galán Blanco

CULTURA

09 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Do you fight with me?». «¿Quieres pelear conmigo?», eso preguntaba, dando sus primeros pasos en Hollywood, Sara Montiel, estrella hispana con diez años de carrera y dos docenas de películas. Hacía de mexicana y se lo preguntaba a Gary Cooper, mercenario en Veracruz. Y el hombre del Oeste, que era incapaz de entenderla con aquel inglés imposible de Sarita, le contestaba con un perplejo «Of course», porque el fight sonaba a fuck y Cooper no podía rechazar tal invitación de una racial y atractiva dama española. Era 1953 y en Hollywood la Columbia puso a la inmigrante a cantar en musicales y a hacer de indita sioux frente a Rod Steiger y Charles Bronson en Yuma. Angie Dickinson tuvo que doblarla porque nadie la entendía, a excepción de Anthony Mann, director de wésterns que la comprendía ciega y profundamente. Las malas lenguas de los historiadores rijosos dicen que los yanquis se reían de la belleza española, una de las primeras penélopes que deshiló el punto de cruz en la Babilonia de las promesas.

Con la falda entre las piernas, Sara regresó a España con Anthony Mann de consorte. Mann no fue su único Pigmalión. Antes ya había tenido muchos, entre ellos Miguel Mihura, nada menos. Y nada más llegar, con El último cuplé o La violetera, ya se hizo Saritísima. La cámara la quería, sin duda. Fumando y esperando, reinó y arrasó, seduciendo con sus labios rizados en technicolor tan únicos en aquel país del blanco y negro. ¡Cuánto onanismo hemos visto en las salas de sesión continua!, donde también Marujita Díaz competía de majorette cantando para la marinería el Soldadito español, soldadito valiente. Y, en ese sentido, qué buena es la secuencia homenaje de La mala educación de Almodóvar.

Antes de los años del declive, cantó en Varietés aquello de «a la camarera le dice echa-té». Y el cine Jofre de Ferrol se venía abajo. Esa mujer, Tuset Street, Cinco almohadas para una noche y un reportaje de Fotogramas antes de la era del destete la mantuvieron en la cumbre. Luego vino el deterioro y caída de la bien pagá, con el Interviú, las gasas para los objetivos de las cámaras y los novios jóvenes cual Crepúsculo de los dioses. Y entonces, desconectamos.