Un Dickens histórico y digital

M. A. F.

CULTURA

Newell ofrece una versión de «Grandes esperanzas» que recrea el Londres de los albores del XIX con rigor ambiental y el avance de la tecnología digital

16 mar 2013 . Actualizado a las 16:15 h.

Más allá de la magistral Cadenas rotas (1946), realizada con mano sabia por David Lean y en fascinante blanco y negro, las restantes adaptaciones de la novela Grandes esperanzas de Charles Dickens se limitaron a mantenerse fieles a su espíritu y a su letra, con la única excepción de la versión realizada en 1998 por Alfonso Cuarón, con Gwyneth Paltrow, Ethan Hawke y Robert De Niro, trasladando la trama al Nueva York contemporáneo, cuestionando el espíritu del original bajo la apariencia de modernidad.

El ecléctico Mike Newell (Cuatro bodas y un funeral, Donnie Brasco, Harry Potter y el cáliz de fuego) elegirá ahora la opción más conservadora, la del respeto dramático al texto de Dickens, añadiendo lo que ninguna de las versiones anteriores podía ofrecer: las ventajas de la tecnología digital para recrear el Londres de comienzos del XIX.

A eso añadió otra de las asignaturas también pendientes, el rigor histórico y la fidelidad de ambientes como valores a destacar en su versión Grandes esperanzas. Tenemos al hijo de un herrero provinciano que sueña con integrarse en la alta sociedad de la época, algo que quizá pueda lograr gracias a un benefactor anónimo que le costeará sus estudios en Londres. Quizá pueda enamorar a la sobrina de una desvariada aristócrata, que educó a la joven para hacer sufrir a los hombres y no sucumbir a sus sentimientos hacia la persona amada. Hasta ahí la base de la trama sostenida sobre la presencia de los veteranos Ralph Fiennes, Helena Bonham Carter y Robbie Coltrane, junto a la joven pareja protagonista, Holliday Grainger y Jeremy Irvine.

Factura visual

Todos ellos vistiendo a arquetipos, con la señora de Tim Burton al parecer asumiendo su encasillamiento en personajes extravagantes, aunque tanto Fiennes como Coltrane logran elevar sus registros a cotas más asumibles. Es sobre la variante formal sobre la que Newell hace que descanse el atractivo de su propuesta, priorizando el cómo lo cuenta sobre lo que cuenta, o lo que es lo mismo, supeditando el guion a la factura visual.

Que la película no se haya colado en las categorías artísticas de los recientes Óscar confirmaría que la propuesta no cuajó al nivel esperado. En parte, quizá, porque se subraya demasiado.

Si la acción transcurre en un amplio salón artesonado, con las paredes cubiertas de cuadros, la cámara se recrea en los detalles. Si es en exteriores, se pasean ante nosotros las construcciones de la época. Y la mugre, mucha mugre en nombre de un mayor realismo y fidelidad a una época. Quizá demasiada.