Los Madison se han hecho esperar

María Viñas Sanmartín
María Viñas REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La banda madrileña presentará su tercer álbum, «Compás de espera», en la sala Mardi Gras de A Coruña el sábado 14 de abril

12 abr 2012 . Actualizado a las 19:11 h.

Los Madison no es uno de esos grupos emergentes del pop indie, con tintes de psicodelia y electropop, vanguardistas y experimentales, que tanto enloquecen de repente a los actuales, y tan proliferantes ultimamente, modernos urbanos. En la otra cara de la moneda, Los Madison, que deben su nombre a una extraña intersección entre Madison Avenue y el clásico de Clint Eastwood, es una banda apuntalada más cerca de los clásicos. Reflejada en el romanticismo purista, en el rock americano, en la épica de los ochenta y los noventa que levantaron himnos generacionales como La chica de ayer, de Nacha Pop, Buena chica de Los Secretos o Carolina, de M-Clan.

Asomaron la cabeza en el 2003 y echaron a andar como formación estable dos años más tarde. Desde entonces y hasta hoy, con dos discos ya en los bolsillos, Txetxu Altube y su banda se mantuvieron en un discreto segundo plano, más por falta de suerte que por falta de talento, subiendo telones aquí y allá mientras recorrían carreteras acompañando a grandes nombres de la escena nacional como Miguel Ríos, Iván Ferreiro o Quique González, y llenando pequeñas y empañadas salas de conciertos, donde coleccionaron a sus seguidores más fieles.

Con su tercer disco, todavía caliente y con olor a nuevo, con el que llegan este sábado en concierto a la coruñesa sala Mardi Gras, Los Madison -que pueden sonar a novedad y a grupo emergente, pero que en realidad son perros viejos, curtidos compañeros de escenario de reconocidas bandas-, al fin, ya están aquí. Lo han estado desde hace nueve años, quizá más en la sombra, siempre al borde del despegue. Ha sido la fuerza de Compás de espera lo que les ha desempolvado, recuperado a primera línea de ataque, lo que les ha hecho reflotar a la superficie. Maduros. Reconocidos por la crítica.

Sus canciones respiran personalidad, tanto por la cantidad de emociones que acumulan como por su sonido pegadizo y rockero, optimista y sobre todo vitalista que Carlos Altube, José Luis Martín y Alfonso Adanes -los tres madison restantes- son capaces de alcanzar con sus acordes. Moldeando la letras de Txetxu consiguen como pocos que cuando suenan hablen de momentos particulares y universales al mismo tiempo. Concretan con palabras historias personales y atemporales en las que uno siempre acaba sintiéndose identificado de una forma u otra. Huyen de las letras vacías, cantan lo que siempre estuvo ahí. Y, si siempre lo han hecho, en su último disco lo logran de una forma redonda, cierran el círculo que abrieron la potencia de canciones como En manos del frío de Vendaval y Ayer, de Días de Vértigo, álbumes que en el futuro acabarán convirtiéndose en nostálgicas joyas.

Compás de espera, que cuenta con la colaboración de César Pop -ahora parte de la banda de Leiva- en Lo que queda y Ropa nueva y con la de Miguel Ríos en Juego sucio, recupera silencios, promesas, noches en vela, tiempos muertos y desencantos, mentiras, distancias y despedidas. Y los hace canción. La espera ha valido la pena.