RetroMcCartney

camilo franco SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Tras descubrir su estrella en el paseo de la Fama, el beatle estrena en directo en iTunes su nuevo disco con canciones de los años cuarenta

11 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

fin de semana

Como hay gente para todo, habrá muchas parejas en el mundo que digan que se enamoraron mientras sonaba en algún aparato la voz de Paul McCartney. En el mundo antiguo las cosas eran así: McCartney era para el amor y Lennon para la guerra.

En el mundo contemporáneo Paul McCartney ha decido completar su carrera volviendo a una etapa muy anterior al flequillo. Ha decidido ser vocalista de una muy americana y blanca orquesta con una impresionante selección de clásicos que, entre otras cosas, es ideal para los arrullos propios de San Valentín.

Mientras los Lakers ganaban a los Celtics, el músico iniciaba ayer en el estudio de Capitol en Hollywood el concierto de presentación de su nuevo disco Kisses on the Bottom, transmitido por iTunes. Un concierto todo suavidad en el que, sin grandes alardes, el más trabajador de The Beatles repasó al completo su disco. Paul McCartney jugó poco con la voz y no supo qué hacer con las manos. Una de las novedades del concierto fue ver al ex Wings salir a cantar sin tocar ningún instrumento, sin la pose que lo liga a estampa de grande del rock and roll.

Revestido ahora de vocalista, McCartney se defendió sin estridencias, como en el disco, poniéndole intención a canciones que no son suyas, buscando la ironía y esquivando en lo posible el exceso de almíbar del que siempre lo acusaron.

Incluso cuando se le atragantó el silbar del comienzo de My Very Good Friend the Milkman cumplió con la fama de profesional que le ha acompañado desde crío: paró la música y pidió reiniciar. Lo hizo dos veces. Con naturalidad.

Habló poco, hizo sus bromas y recordó Abbey Road porque la sombra de The Beatles es mucho más que alargada. Se apoyó en Diana Krall, al piano como en el disco, y todo quedó muy jazzy: tranquilo, cálido y acogedor. Muy bien resuelto y quizá un poco frío.

McCartney intentó aproximarse a ese repertorio de la radio de los cuarenta y cincuenta sin ánimo invasivo. Como un invitado nostálgico o como alguien que aprecia la línea estética de lo retro. El concierto transmitido en blanco y negro, el micro de los viejos tiempos y un punto muy ligero de pastiche que la calidad de las canciones consigue evaporar.

La memoria puede traicionar al que escucha y obligarlo a pensar que este señor que tantea al jazz suave es el autor de Helter skelter. O Blackbird. Es difícil deshacerse del peso de la historia beatle. También para él. Pero al final, lo que les queda a los decepcionados es que si hay alguien en el mundo que puede hacer lo que le dé la gana es Paul McCartney.