Émile Bravo: «El dibujo es la única escritura realmente universal»

Fernando Molezún A CORUÑA/LA VOZ.

CULTURA

Miembro destacado de la generación que renovó la historieta en Francia, su reinterpretación del personaje Spirou se convirtió en un clásico instantáneo

12 ago 2010 . Actualizado a las 21:34 h.

Hijo de padre catalán y madre valenciana, Émile Bravo es una rara avis dentro de la generación que ha renovado el cómic francés por sus trabajos orientados principalmente al público infantil, que lo han convertido en una figura indispensable del intachable panorama de la historieta gala. En un perfecto castellano se deshace en elogios hacia Viñetas desde o Atlántico, donde ayer dio una conferencia: «Es maravilloso, porque está pensado sobre el encuentro. En otros te ponen a firmar ejemplares todo el día sin más, y es agotador. Se nota que el organizador es un autor», dice refiriéndose a Miguelanxo Prado. -Pertenece a la Nouvelle Bande Dessinée... -Realmente las etiquetas no son lo mío. De hecho, mi dibujo es más clásico, así que no tengo la impresión de haber inventado nada. Digamos que somos más que nada un grupo de amigos que coincidieron alrededor de una corriente artística. -Pero coincidió con autores como David B., Christophe Blain o Marjane Satrapi en los mismos estudios y talleres. -No me gusta utilizar el término milagro , pero es cierto que en un plazo no superior a tres meses coincidimos en el mismo sitio gente muy dispar, que no habíamos hecho gran cosa hasta el momento, pero con una visión semejante del cómic. Cada uno hacía una cosa diferente, pero nos apoyábamos los unos en los otros. Fue pura coincidencia, pero de la noche a la mañana se juntó mucho talento en el mismo estudio. -¿A qué se debe su orientación hacia el cómic para público infantil? -Creo que si quieres tener lectores adultos debes educarlos desde críos. No darles tonterías, sino tratarlos en serio, con productos de calidad, y contarles historias serias. -Pero sus obras también tienen gran acogida entre los adultos. -Si una historia es buena lo es independientemente de la edad del lector. Recuerdo la complicidad que se creaba entre mi padre y yo cuando me leía a Tintín y veía que se reía de cosas que yo no entendía. Si disfruta un adulto, es que ese cómic no intenta tomar el pelo al niño. -Su estilo tiene una clara tendencia clásica. -De entrada yo no me considero dibujante, sino un contador de historias. Esta es, simplemente, mi escritura gráfica. La más elemental, la primera que hacemos de niños, la que entiende todo el mundo. Porque el dibujo es la única escritura realmente universal, válida en cualquier país independientemente del idioma. Por eso opto por un estilo sencillo. Como la letra, para que se entienda, y sobre todo los niños, tiene que ser clara. -¿Cómo se enfrentó al reto de reinterpretar a un clásico como Spirou? -Me dijeron si quería hacer mi Spirou, así que no entré en su universo, sino que me lo traje al mío. Y aproveché esa libertad para dar respuesta a ciertas preguntas que tenía sobre el personaje desde niño, como el modo en el que conoció a Fantasio o, por ejemplo, por qué no hay mujeres en sus historias, así que me inventé una relación frustrada de juventud.