Más de 20.000 personas acudieron a despedir a Miguel Delibes

Miguel Lorenci

CULTURA

Los vallisoletanos abarrotaron el ?centro de la ciudad y dispensaron al escritor una cerrada ovación

14 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Miguel Delibes descansa en paz. Sus restos reposan ya en el pabellón de vallisoletanos ilustres del cementerio del Carmen, junto a los de los escritores José de Zorrilla y Rosa Chacel y a los del bailarín Vicente Escudero. Allí se le unirán pronto los de su esposa, Ángeles de Castro, fallecida en 1974. El insigne escritor, el patriarca de las letras hispanas y alma del idioma castellano, tomó este sábado el camino de la posteridad arropado por los miles y miles de paisanos que le mostraron su respeto y afecto en el tránsito hacia su nueva vida. Una vida que será larga y próspera «y en la que tenía puesta toda su ilusión», según dijo su primogénito Miguel Delibes de Castro en el sentido agradecimiento a los miles de ciudadanos que abarrotaron las calles de la capital castellana que ofrecía su definitivo adiós al escritor. Más de 20.000 vallisoletanos pasaron por la capilla ardiente del consistorio, que se levantaba al filo del mediodía y a la que acudió el sábado la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. A falta de miembros de la Casa Real, fue la más alta representación institucional, junto a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde. Porteado por ocho de sus nietos, el féretro con los restos del escritor abandonó a mediodía el consistorio camino de la catedral metropolitana. El repique de campanas y la cerrada ovación de los miles de vecinos concentrados en silencio en la plaza Mayor colmaron las emociones de la familia Delibes. El llanto se apoderó de los siete hijos y dieciocho nietos del insigne escritor, que se fundieron en una lacrimosa piña mientras que el aplauso popular restallaba en una luminosa mañana de marzo. Una jornada soleada que nada quiso saber de las gélidas brumas de la luctuosa víspera. La comitiva fúnebre recorrió a paso lento los centenares de metros que separan el consistorio de la catedral, flanqueada en todo momento por una multitud que no dejó de aplaudir a su vecino más ilustre. El féretro fue recibido en el pórtico catedralicio por la vicepresidenta De la Vega, el presidente de la Junta castellano-leonesa, Juan Vicente Herrera, el de la Cortes, José Manuel Fernández Santiago, y el administrador diocesano Félix López Zarzuelo, encargado de oficiar una misa fúnebre concelebrada con una veintena de sacerdotes. La catedral, abarrotada con más de 2.000 personas, no pudo acoger a todos cuantos querían acompañar a Miguel Delibes Setién en el tránsito hacia su nueva vida. A la derecha del altar, la familia Delibes en pleno. A la izquierda las autoridades, con De la Vega, González- Sinde y el presidente autonómico en lugar preferente. Humanista e inmortal En su homilía, el padre López Zarzuelo glosó los valores humanos y literarios del finado, a quien evocó como «una persona excepcional» y un escritor «emblemático y egregio que con toda razón se convierte en inmortal». Un gran heredero de Cervantes de cuya muerte «se duelen España entera y la ancha comunidad de hispanohablantes». «Es muy doloroso saber que no volveremos a escuchar su voz, ni a cruzar la mirada con él, ni a verlo pasear por el Campo Grande o la acera de Recoletos», dijo a los deudos el religioso. Recordó el sacerdote que fue Delibes un «gran maestro de periodistas» y que recibió como narrador «todos los grandes galardones, del Nadal al Cervantes». Destacó su carácter humanista, su capacidad para defender con su palabra recia y desnuda a los más débiles (Los santos inocentes), a las mujeres (Cinco horas con Mario), a los niños (El príncipe destronado) y la necesidad de cuidar el entorno natural (Diario de un cazador) para garantizar nuestro futuro y nuestro entorno. «Puso sus talentos al servicio de la verdad y el bien y supo encarnar los valores cristianos», se felicitó el sacerdote, que recordó en su intervención la «reiterada condena del aborto». Concluido el acto religioso, tomó la palabra Miguel Delibes de Castro para agradecer las inmensas muestras de afecto.