Recogía La Voz de Galicia el 27 de agosto de 1927: «El puente del Pasaje ha aumentado el tránsito de peatones, automóviles, camionetas, zorras, etcétera, de un modo asombroso en el último año». Lleva tanto tiempo con nosotros que parece que fue en el Pleistoceno cuando los ingenieros alumbraron la feliz idea de construir un puente sobre la ría. El sueño de unir A Coruña y Oleiros se hizo realidad hace un centenar de años con una de las infraestructuras más importantes del siglo XX, que hoy sigue siendo crucial para nuestra movilidad.
El mundo alrededor del puente se ha transformado desde entonces. El tráfico de sus comienzos, casi folclórico, es hoy de 90.000 vehículos al día; la principal arteria que lo conecta con la ciudad, la avenida de Alfonso Molina, soporta 120.000, y al otro lado de la ría, el concello de Oleiros es un pujante municipio de 35.000 vecinos que buscan conexiones con la ciudad.
¿Y qué respuesta hemos dado desde la movilidad a una transformación tan agresiva del escenario, a ese creciente flujo de entrada y salida de la urbe? Pues ampliar. Una y otra vez. En los cincuenta, en los setenta, ahora... Ocho carriles tendrá pronto A Pasaxe si alguien en el ministerio coge el toro por los cuernos, porque la redacción del proyecto salió a licitación en octubre del 2015 y fue adjudicada en junio de este año, pero seguimos sin noticias. Es lo que Fomento llama un proyecto «con ritmo».
Y mientras el diseño sestea en los despachos de Madrid, otras obras ejecutadas en las inmediaciones revelan una vez más el verdadero problema del puente. Los trabajos del sifón de A Pasaxe que la Xunta acomete en la carretera de las playas llevaron esta semana a Fomento a instalar una rotonda provisional en el cruce del Sol y Mar para aliviar la N-VI. Fue la glorieta más breve de la historia, con tres horas de vida, el tiempo que tardó el ministerio en percatarse del caos que se estaba formando en la carretera y en el propio puente, como habían advertido los vecinos, que para eso viven allí.
El experimento fue un desastre, pero sirvió para comprobar las dificultades que surgen en este punto negro cuando se altera su equilibrio, y también para demostrar que ampliar indefinidamente A Pasaxe no es una solución si las conexiones de los extremos siguen siendo embudos para la circulación. Podemos meterle 8, 12 o 24 carriles, pero las arterias de Perillo o Nós seguirán siendo angostas. Antes o después habrá que plantearse en serio otra alternativa, posiblemente un segundo puente como el que, por cierto, proyectaba el tan celebrado plan general de Busquets, con una nueva infraestructura que uniría As Xubias con la rotonda del Che, en Bastiagueiro. Porque el tráfico de A Pasaxe y la N-VI seguirá creciendo, como en 1927.