Paseo por los primeros metros del río Samo, que sufre la sequía

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

MESÍA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La mejor idea es hacer en bicicleta un viaje en el que el excursionista debe estar dispuesto a serpentear

24 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los ríos emblemáticos del corazón de la provincia de A Coruña y de la comarca compostelana es el Samo, que nace en las cercanías de la capital del concello de Curtis. Río tan precioso como humilde, tanto que figura en el capítulo de lo utópico encontrarlo en las guías turísticas. Pero en Mesía todo el mundo lo conoce, en Frades también y, por supuesto, en Oroso. No resulta fácil seguir a pie su curso, en Galicia no ha llegado la sana moda de abrir un sendero por las riberas desde el nacimiento hasta la desembocadura, como por cierto tienen algunas corrientes de renombre como el Ouse (donde se suicidó la escritora Virginia Wolf) y el gran Támesis.

Pero ello no quita encanto a un viaje en el que el excursionista debe estar dispuesto a serpentear. La mejor idea es hacerlo en bicicleta, si bien es posible en coche, que se convierte en vehículo de apoyo para dar vuelta por el asfalto mientras miembros del grupo van caminando en trechos donde no entra el vehículo. Eso sí, resulta muy recomendable meter en la mochila los mapas indicados.

Es curioso llegar al nacimiento. O para ser más sinceros, al punto 0,3. Es decir, cuando el río lleva 300 metros de recorrido, porque el manantial exacto se encuentra en medio de una auténtica selva con vegetación baja y arboleda que desanima a entrar excepto que se presuma de mucho espíritu aventurero.

Pero, ¿cómo llegar a él? Carretera a Curtis, y poco antes de entrar en la localidad, desvío a la izquierda señalizado Caprui, Bascoi y Mesía. Eso es la calle Montouto, en medio de la cual se yergue un monolito que señala el lugar de encuentro de cuatro municipios, para entrar ahí en Mesía, en cuyo territorio nace el Samo. En el primer cruce, a la izquierda, señalizado Xanceda, dejando unas instalaciones grandes a la mano contraria.

Algunos eucaliptos sobreviven como pueden mientras el excursionista desciende y al medio kilómetro escaso acomete una pista de tierra y zahorra que cruza el monte de O Croio, y unos pocos metros más adelante salva el río, ahí de dos cuartas de ancho. Pero esa no es la sorpresa. La sorpresa es que el cauce está seco. «Normal nesta época do ano, choveu moi pouco», comenta un vecino que da un paseo por allí. Una recomendación: no recorrer el cauce ni para hacerse una foto en medio de él, que es hábitat de especies que aprovechan la labor milenaria del agua.

El Samo va a describir su primera enorme gran curva, de 180 grados. Intentar seguirlo, y para ello es necesario el zigzag, es descubrir parajes con mucho encanto, aunque en uno de los lugares donde se cruza sobran plásticos. Las referencias toponímicas son Zacotes y Escola.

Y para combinar paisaje y naturaleza con arte e historia no hay nada mejor que desviarse a la cercana iglesia de San Martiño de Cabrui, con su sobresaliente cruceiro. El templo data del siglo XII (aunque el campanario se levantó en el XVIII) y muestra, en el exterior, unas magníficas lápidas. Por cierto que al lado del centro social espera un parque infantil y abre sus puertas el bar-restaurante A Taberna.

El siguiente objetivo es Pazo (primera desviación a la izquierda dejando atrás la iglesia). Es esta una zona alta, separada del nivel de las olas por más de cuatrocientos metros en vertical y visualmente manda el eucalipto y las praderas, si bien se distinguen masas boscosas no muy grandes de coníferas. Se impone bajar a O Río, seguir de frente por un camino ancho y tapizado de verde para encontrarse de nuevo con el Samo, cuya anchura sigue sorprendiendo por lo escasa. En cualquier caso, buen punto final a la primera etapa.