Los drones ya no vuelan por Ramón

Toni Silva CURTIS / LA VOZ

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Toni Silva

Doce días sin noticias del octogenario que desapareció en Curtis. La familia suplica que no se relaje la búsqueda

06 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya no hay drones ni perros de rescate en Fisteus. Han pasado 12 días desde la desaparición de Ramón Barral, el vecino de 88 años enfermo de alzhéimer que salió de casa con rumbo desconocido. A esta vivienda llegó con su mujer a principios de julio para pasar el verano y ahora el inmueble se ha convertido en un agitado centro de operaciones para dar con él. La Guardia Civil, los drones o el GES de los primeros días han derivado hacia un operativo amateur, sin una dirección profesional. «Supongo que al sospechar que no está vivo ya no se emplean los mismos medios», elucubra Antonio Tomé, yerno del desaparecido. Pero la familia no está precisamente sola. Muchos parientes y amigos se siguen movilizando desde A Coruña o Ferrol para intensificar la búsqueda sin caer en el derrotismo al que invita el paso de los días.

 Entramos en la casa de Ramón y descubrimos a su mujer, Nieves Lavandeira, echada en un sofá. Las pastillas le ayudan a dormir pero no le eliminan el cansancio de tanta tensión. Recuerda los últimos minutos que pasó con Ramón. «Yo estaba viendo la televisión después de comer, cogió una silla y se sentó a mi lado -relata-, él decía que tenía frío en las rodillas y entonces me empezó a nombrar aldeas de Mesía, a preguntarme si las conocía,... la última Mou, el lugar donde nació». Y entonces, reiterando su frío en las rodillas salió fuera al sol de esa tarde del 26 de julio tras pactar que cuando ella se levantase irían juntos, como siempre, a pasear. Nieves no esperó a que acabara el telediario. Salió y no lo vio, y empezó a llamarlo a gritos y no tardó en pedir ayuda a los vecinos. «Y hasta hoy».

Ramón Barral Vázquez vivió casi toda su vida en el barrio de los Mallos de A Coruña donde regentó la barbería Barral. Nació en la aldea de Mou, en la parroquia de Cabrui, en Mesía, pero hacía muchos años que se había desvinculado de este lugar. Y quizá la enfermedad le activó esa tecla, ese rincón de su infancia al que ahora estaba obsesionado en regresar. «Se pasaba los días diciendo que quería ir a Mou», apostilla Nieves, en cuya casa se acaban de instalar sus dos hijos, José Ramón y Marta, con sus respectivas familias. También le acompaña su hermana Amparo. Y más gente. Mou, a unos quince kilómetros de aquí, también ha sido peinado en el operativo de búsqueda. «¿Y si paró un coche y pidió que le llevaran allí?». Las hipótesis se multiplican. «¿Y si lo están devorado las alimañas? Solo imaginarlo...», apostilla Tomé, el yerno de Nieves. La angustia también se ha instalado entre estas cuatro paredes.

Como consuelo, la familia de Ramón ha descubierto una ola de solidaridad durante estos días tan difíciles. Incluso por parte de desconocidos. A la casa llega Benigno Espantoso, residente en la otra esquina del municipio pero que se ha sumado al operativo desde el principio. Su pequeño coche está decorado con el cartel de la foto de Ramón Barral. «El lunes vengo con los caballos y entraremos en zonas donde nadie haya entrado todavía», le dice a un familiar del desaparecido, que responde con un gesto de gratitud.

«¿Y si lo están devorando las alimañas? Solo imaginarlo...», dice Antonio, su yerno