Lo bueno y lo malo de los buses llenos de gente es que escuchas todas las conversaciones, aunque no quieras
08 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Lo malo de los buses llenos de gente es que escuchas todas las conversaciones, aunque no quieras. Lo bueno de los buses llenos de gente es que escuchas todas las conversaciones, aunque no quieras. Hay días en los que solo querrías no haber olvidado los auriculares para hundirte en un sonido que no sean las voces de los desconocidos contando su vida por teléfono a alguien que, obviamente, tiene que estar como una tapia. Pero otras te encuentras, entre parada y parada, siguiendo un encendido debate sobre el aumento de la población canina en la ciudad. Antes de que alguien piense que es de mala educación escuchar los diálogos ajenos, habría que fijar cuál es el nivel de decibelios que marca la diferencia entre una charla privada y una conferencia pública.
El pasajero preocupado por la proliferación de perros estaba en la parte delantera del bus. Pero se le escuchaba con claridad en la mitad trasera. Sin problema. Cada una de sus dagas hacia un país que va de mal en peor («Coruña más todavía», decía) finalizaba con un enfático «esto en Londres no pasa». No solo la cuestión perruna: la juventud también está peor que nunca. Entre los canes y la muchachada, esta ciudad es un desastre, todo mal, nadie hace nada, «esto en Londres no pasa».
Y a pesar de que sus vecinas de viaje, que sospecho que no lo conocían de nada, trataban de suavizar la soflama, el hombre se crecía a cada metro que avanzaba el autobús. Y en los asientos, y de pie agarrados a las barras, iban sucediéndose los ojos en blanco, los resoplidos, los murmullos. Porque lo malo y lo bueno de los buses llenos de gente es que escuchas todas las conversaciones, aunque no quieras. También en Londres.