El estreno de la rapsodia para clarinete y orquesta que Pacho Flores dedica a Juan Ferrer no decepcionó. Christian Vásquez encontró la temperatura de la obra y el solista recibió la ovación del público en el Palacio de la Ópera de A Coruña
20 abr 2024 . Actualizado a las 12:44 h.Gran expectación ante el estreno en A Coruña de Áurea, rapsodia concertante para clarinete y orquesta que Pacho Flores dedica a Juan Ferrer, puntal de la OSG. No decepcionó. Flores muestra inteligencia compositiva a través de una estructura circular en la que lo expresionista y lo lírico (sensual tejido de la cuerda) conviven con lo popular (por los temas centrales, tan latinos, o el tratamiento rítmico de la percusión) en armonía. El solista se ve lanzado a una escritura melódica y exigente, que extrema las posibilidades de los tres instrumentos que emplea, y hay ecos de lo misterioso (al comienzo), de lo decadente (la sombra del jazz es alargada, con esa trompeta en sordina) y de aires latinos que se imponen en una composición luminosa.
Juan Ferrer resultó un solista formidable por capacidad técnica (¡ese movimiento final!) y un fraseo sensible al servicio de una composición en la que la orquesta se volcó, con destacadas presencias de varios solistas (arpa, trompeta, clarinetes, percusión...) que dialogan con el clarinete. Lo fácil hubiese sido limitarse a enseñar su virtuosismo (lo hizo en cadenze de vértigo); pero Juan Ferrer fue más allá. A la batuta, Christian Vásquez encontró la temperatura de la obra. Ferrer, ovacionado, regaló Executive, de Michele Mangani, con la sección de cuerda de la orquesta que abrió el concierto con la Fuga criolla, de Juan Bautista Plaza, bien concertada por Christian Vásquez.
La Segunda de Chaikovski poco tiene que ver con lo anterior (a veces es difícil encontrar lógica a los programas). Menor en el corpus sinfónico de su autor, se hizo pequeña ante la obra de Pacho Flores. La orquesta sonó bien en una partitura que no presenta problemas (grandes trabajos por familias, con madera acertada, y estupendos solos de trompa o fagot) y Vásquez ofreció una lectura con todo en su sitio; pero falta de un brío que solo apareció al final.
Hay que valorar el feliz y exitoso parto de Áurea, y lo importante que es que los músicos de la orquesta muestren su valía como solistas con obras de esta envergadura.