Tom Heskes: «Cuando marcó Iniesta en el Mundial lloré de pena, pero hice buena caja»

Pablo Portabales
Pablo Portabales A CORUÑA / LA VOZ

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Tom Heskes regenta dos negocios de hostelería en la ciudad: La Marítima y El Holandés
Tom Heskes regenta dos negocios de hostelería en la ciudad: La Marítima y El Holandés CÉSAR QUIAN

Este holandés lleva media vida en A Coruña, donde regenta dos locales con su mujer

26 mar 2024 . Actualizado a las 09:54 h.

Tiene 33 años. La mitad los pasó en un pueblo cerca de La Haya y la otra, en A Coruña. «Soy holandés pero ya no soy errante porque mi mujer es de aquí, Jana, y tengo dos hijas galeguiñas de seis y cuatro años. Me quedé porque la calidad de vida es increíble», asegura Tom Adrianus María Heskes, al que todo el mundo conoce por Tom o simplemente le llaman El Holandés. «No he conocido muchos por aquí además de a mi hermano Frank. A veces pasa por el local algún compatriota, pero de manera muy esporádica», afirma. Charlamos en La Marítima, en la zona de As Lagoas, uno de los dos locales que regenta con su mujer. Aquí tiene 12 empleados y clientela al desayuno, para el menú del día, y por la tarde-noche para ver el precioso anochecer que regala esta zona. «Lo abrimos en el 2020. Vimos el local y enseguida nos dimos cuenta de que dándole un poco de encanto podía ir bien. Jana está muy encima y lo hemos pulido tanto que da gusto cómo funciona», asegura Tom.

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 Copas nocturnas

Durante años estuvo al frente del bar de copas El holandés errante de la calle Vista del Orzán, que se convirtió en un templo de chavales coruñeses y estudiantes Erasmus. Ahora tiene otro, sin la palabra errante, en la Estrecha de San Andrés. «He sufrido mucho con las obras, que se prolongaron 16 meses. Perdí mucho, casi todo. Ahora vamos poco a poco. Los viernes a las nueve de la noche tenemos música en directo y cosas para picar, como bocatas de pan bao, tostas, nachos... Y por supuesto copas y cócteles. Yo estoy hasta las tres. Es duro, pero hay que atender el negocio, no queda otra», relata sin quitarse el plumífero un solo momento. «En Holanda hace más frío, pero es seco. En A Coruña, con la humedad es tremendo. Llevo 14 años aquí y cambié ocho veces de piso. En alguno de ellos parecía que no había paredes de tanta humedad», comenta sonriente. Dice que es tímido y «educado y puntual como somos los holandeses, aunque lo de la puntualidad lo estoy perdiendo algo. Y tampoco me verás en bicicleta. Creo que la utilicé dos veces desde que llegué a España», confiesa desmontando tópicos. Venga a habilitar carriles bicis para que el holandés nunca pedalee por ellos.

 El secreto, Santa Cristina

Muchos se preguntarán cómo vino a parar aquí este espigado y rubio holandés. La clave es la localidad oleirense de Santa Cristina. «Mi hermano se vino con su mejor amigo, que conocía gente aquí. El otro se marchó, pero Frank se quedó. Conoció a Alba, su pareja, se estableció en Santa Cristina y yo también me vine. Montamos el pub Rever y abríamos de cuatro a cuatro. Daba pasta. Después cogimos el karaoke Sitio Distinto. Ahora mi hermano tiene las jamonerías La Encina. Yo también monté El de Jana, en Vilaboa. Siempre he sido empresario autónomo, con sus cosas buenas y malas», analiza. No se olvida de la final del Mundial del 2010 en Santa Cristina. «España mereció ganar y siempre será mi segundo equipo. Me hubiese gustado que Robben hubiese marcado, que Casillas no estirase la pierna... Cuando marcó Iniesta lloré de pena, pero hice buena caja. La gente se volvió loca y me vacilaron mucho», recuerda.

 Familia de hermanastros

Es un tipo entrañable. De esos que te gustaría tener de compañero de piso de estudiantes. Me intenta explicar su árbol genealógico. «Tengo una hermanastra que es hija de la pareja de mi madre, tres de la pareja de mi padre con los que me crie cuando se separaron siendo nosotros unos niños. Y tuvieron otra hija. Hablo mucho con mi padrastro, que es un gran tipo y con mi hermano sobre los negocios», confiesa mientras señala la mochila donde lleva el ordenador. «Mi mujer controla todo porque es muy constante y yo ando con los papeleos», apunta Tom, el holandés que dejó de ser errante y se quedó en A Coruña.