Azaña en A Coruña

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

«Retrato de un desconocido» recupera cartas del que sería presidente de la República y en las que cuenta su estancia en la ciudad en 1924 para formar parte de un aburridísimo tribunal de oposiciones a notarías

09 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Rescata el sello Reino de Cordelia Retrato de un desconocido, la monumental biografía de Manuel Azaña escrita por su cuñado, Cipriano Rivas Cherif. El volumen recupera también la correspondencia entre ambos, en la que el futuro presidente de la República da cuenta de su estancia en A Coruña en 1924 para formar parte de un aburridísimo tribunal de oposiciones a notarías.

Azaña, que creo que fue quien dijo que la mejor forma de guardar un secreto en España es ponerlo por escrito en un libro —a la vista de todos los que no lo van a leer—, no se anda con remilgos en sus cartas. No escribe pisando huevos ni pensando en las hordas de ofendidos que, un siglo después, lo lapidarían de inmediato en Twitter. Él atiza y listo.

En el relato a Rivas de sus andanzas coruñesas no ahorra mala baba y va soltando puñaladas a la ciudad y sus habitantes. Se burla del nombre oficial que tenía el llamado leirón del Casino —nada menos que Sporting Club Park—, donde concluye que las mozas se arriman a los musculosos coruñeses más que para bailar, para no morir congeladas a la intemperie. Se mofa de la altura que está cogiendo el Banco Pastor (entonces en obras). Tanto edificio, viene a decir, para vivir en A Coruña. Y, sobre todo, se muestra horrorizado del viaje de regreso en el tren nocturno desde Betanzos en plenos Caneiros, con los vagones atestados de parroquianos bendecidos por el vino del país.

Pero la queja más bonita que expone Azaña es cuando se lamenta de que ha pillado dos mojaduras: «Llueve sin avisar, y casi sin nubes en el cielo». Esta lluvia que no avisa, y que ni siquiera necesita usar las nubes como trampolín, es, todavía hoy, uno de los misterios más hermosos de la ciudad, a la que sus inquilinos adoramos hasta en sus modestas imperfecciones.