Hay una parte respetable del respetable público que se ve que no entiende el mensaje de «apaguen sus teléfonos móviles»
05 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En uno de los abarrotados pases de Escenas de la vida conyugal, la semana pasada en el Colón, Ricardo Darín hizo una dramática pausa antes de continuar. Dramática pausa, que no pausa dramática, porque aquel parón no estaba en el texto de Bergman. El argentino se detuvo porque apareció un destello en el patio de butacas. En algún momento, hacia el final de la obra, sonó un móvil. Que fuera solo uno parece un balance discreto, teniendo en cuenta que hay una parte respetable del respetable público que se ve que no entiende el mensaje de «apaguen sus teléfonos móviles».
La pausa de Darín no es la más dramática que recuerdo en un teatro. La peor, hasta el momento, la vivimos el año pasado con Vicky Luengo en Prima Facie. Imaginen el Rosalía hasta la bandera, una pieza durísima de Suzie Miller sobre una violación en la que la única protagonista es la actriz. Un monólogo que va creciendo, creciendo, en tensión e intensidad, hasta un clímax dolorosísimo... y justo en ese momento en el que conteníamos la respiración, sonó un móvil. En la radio sabemos muy bien que dos segundos de silencio pueden parecer una eternidad cuando estás en antena. Lo mismo pasó con aquel ruidoso timbre: el dueño o dueña del aparato apenas tardó un instante en apagarlo, pero si para el público aquello duró una barbaridad, qué no habrá sido para Luengo. Siguió, por supuesto, porque es una actriz brillante, sin trasladar nada más que el dolor del personaje.
Hace muchos años, en medio de un cine, no solo sonó el teléfono sino que el afectado descolgó y contestó a voz en grito: «Estoy en el cine, no puedo hablar». Se ve que algunos entran en un patio de butacas sin modales, pero con mucha cobertura.