Fiesta flamenca en A Coruña

Hugo Álvarez Domínguez CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

Marina Heredia, cantaora
Marina Heredia, cantaora ANGEL MANSO

Un programa inscrito en el universo gitano dejó esta semana uno de los grandes éxitos de la temporada en la OSG

27 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El universo gitano fue motor del programa de esta semana de la OSG. Repertorio variado unido por una narrativa y sin miedo a experimentar, que levantó al público de sus butacas como prueba de que la OSG deber arriesgar más en su programación: el público está preparado para ello y lo desea a juzgar por el éxito (de los más grandes de la temporada) de este concierto.

La Rapsodia rumana nº 1, de Enescu, abrió una velada en la que Jose Trigueros, a la batuta, cuidó más resaltar el carácter sinfónico de las obras que profundizar en sus raíces. Aunque todo estuvo en su sitio (destacados solos de clarinete y concertino) y cuadrado, a la versión (pesante en los tutti) le faltaron ritmo y elasticidad.

La suite que Kodály preparó de su ópera Háry János es de lo poco que ha sobrevivido de esta obra fuera de ciertas fronteras. Trigueros puso de relieve su riqueza sinfónica en una versión efectiva en la que muchos solistas de la orquesta destacaron (enormes trabajos de viola, trompa, percusión y concertino, por citar algunos) y en la que faltó algo de carácter: los momentos más íntimos, mejor que los más desenfadados. Como solista de címbalo húngaro, Cyril Dupuy (ausente del programa de mano) mostró las posibilidades de un instrumento que aporta exotismo y sabor zíngaro. Las variaciones sobre un tema húngaro que ofreció como bis fueron punto de inflexión de una velada in crescendo.

En la segunda parte, el estreno en España de En libertad, de Joan Albert Amargós y José Quevedo, Bolita, con Marina Heredia como solista. De orquestación generosa, variada y conscientemente efectista con fines expresivos (la esencia flamenca aparece atravesada por ecos de Sotelo o Golijov, pero también de Bernstein o Menken), parece redundante en lo orquestal. Permitió a Heredia desplegar su potencial vocal y expresivo en números inspirados en palos flamencos que narran el viaje del pueblo gitano de forma circular, para abrirse y cerrarse en su vida nómada tras pasar por capítulos dolorosos. Por siguirillas, alegrías o tangos, Heredia mostró su variedad de registros: del quiebre jondo (cálida garganta con arena) a lo íntimo (la nana fue escalofriante). Su calidad vocal, su duende y su alma encendieron a un público que aplaudió cada número con lógica emoción. José Quevedo, Bolita, a la guitarra y Paquito González en la percusión subrayaron el sabor de una obra mejor escrita para la voz que para la orquesta, de fuerte carga emocional.

Fuera de programa, Heredia, Quevedo y González regalaron una fiesta flamenca inolvidable: malagueña, bulerías y una estremecedora versión de Se nos rompió el amor, de Manuel Alejandro, que levantó al auditorio como en ninguna otra cita reciente de abono. La Heredia, que no cree en las fronteras de la música, nos conmocionó a todos. La OSG debería aumentar el riesgo de su línea de programación tras este éxito sin precedentes. Un cambio de programa permitirá gozar de nuevo de Marina Heredia con su interpretación del Amor brujo, de Falla, el próximo viernes: bienvenida sea.