Parte de la expectación con cada actuación del artista pasa porque quizá sea la última
02 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Las sonrisas malévolas volvieron a salir. En plan «ya lo decía yo». También, los aspavientos tipo Ángels Barceló en cuanto se anunciaron las nuevas elecciones en pleno verano. El miércoles por la tarde se daba a conocer que Joaquín Sabina aplazaba sus dos conciertos previstos para este fin de semana en A Coruña. Serán el viernes 14 y domingo 16 de julio. Al contrario de lo que ocurre con las elecciones generales, aquí no vale la asistencia por correo. Tampoco lo de «ya lo verás otra vez». No, porque precisamente parte de la expectación con cada actuación de Sabina pasa porque quizá sea la última.
Desde luego en esta ciudad lleva una racha que coquetea con el gafe. A sus dos triunfales conciertos del 2017 (dos llenos en el Coliseum con entradas agotadas en tiempo récord) se quiso sumar un tercero, meses después. Ahí empezaron los problemas. El bolo se aplazó debido a un afección circulatoria que le impedía viajar en avión. Medio año después, ya en el 2018 cuando se tenía que haber producido, apareció una disfonía aguda. Ante la posibilidad de hacer una tercera intentona, el Coliseum tiró la toalla. Luego, llegó la pandemia. Y hasta ahora.
Por ello, en cuanto se anunció que volvía, media Galicia se paralizó intentando conseguir una entrada. A partir de ahí, hoteles, pedir días libres, colocar a los niños... Todo previsto. Hasta que llegó un nuevo aplazamiento y la mosca detrás de la oreja, que dice que a lo mejor esta no es la definitiva. No es nuevo. Lo saben los veteranos. En 1994 el músico dejó plantadas a 7.000 personas en el Coliseum. Su avión no había podido despegar por un temporal. Al día siguiente vino y dio el concierto con 2.000 personas más que lo gozaron. ¿Igual que lo harán en julio sus sufridos fans? Crucen los dedos.