La auténtica plaga bíblica

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MONICA IRAGO

Si Moisés hubiese amenazado al faraón con una mudanza, y no con el rollito de las tinieblas y la lluvia de fuego y granizo, Ramsés, aterrorizado por la visión del papiro con la factura, habría dado de inmediato la carta de libertad a los hebreos

07 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Iba a empezar la columna con un chascarrillo —el columnismo, seamos serios, consiste en contar chistes, solo que con palabras esdrújulas— sobre el error mayúsculo del Antiguo Testamento al no incluir las mudanzas en la lista de las plagas de Egipto. Si Moisés hubiese amenazado al faraón con una mudanza, y no con el rollito de las tinieblas y la lluvia de fuego y granizo, Ramsés, aterrorizado por la visión del papiro con la factura, habría dado de inmediato la carta de libertad a los hebreos.

Porque que el agua se convierta en sangre la verdad es que impresiona y que lluevan ranas da bastante susto, es cierto. Pero si ya nos metemos con las invasiones de moscas, mosquitos, piojos, langostas y saltamontes, e incluso con las úlceras y sarpullidos, no sé, comparado con embalar tu vida en unas docenas de cajas para que unos tipos fornidos las agolpen al fondo de un camión, todo eso de los insectos me parece una alternativa bastante razonable.

Iba a continuar este artículo ironizando con que la mudanza es un castigo divino por aprender a leer y escribir, porque si fuese analfabeto no tendría pilas de libros que me miran de reojo desde el pasillo, inquietos por si van a un nuevo hogar o al chamarilero.

Pero luego, ya cuando iba por el segundo o tercer sarcasmo, me di cuenta de que en la Biblia no se olvidaron de la plaga de las plagas, y que justo eso es lo que le toca a Moisés con el Éxodo, una mudanza colosal con sus antiguos caseros persiguiéndole por el desierto a calzón quitado.

E iba a acabar la pieza apuntando que antes que cambiar de piso es mejor lanzarse de cabeza al mar Rojo, a ver si Yavé separa las aguas en el último segundo, pero si algo aprendí del sagrado Camba es que el columnista nunca debe tomarse nada ni demasiado en serio ni demasiado en broma.