Impresionismo a distancia

Hugo Álvarez Domínguez CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

Imagen de archivo de un concierto de Sinfónica de Galicia
Imagen de archivo de un concierto de Sinfónica de Galicia CESAR QUIAN

Director y orquesta pusieron todo en el asador en el concierto de la Sinfónica de Galicia ofrecido el viernes

30 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sinfónica de Galicia. Pablo Amorós, piano. José Trigueros, director musical. Obras de Falla, Debussy y Turina. Palacio de la Ópera, 28 de octubre.

Situar el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy entre las Noches en los jardines de España de Falla y la Sinfonía sevillana de Turina debe entenderse como una declaración de intenciones estética que ponga de manifiesto el carácter impresionista que poseen las dos obras españolas (tanto como la de Debussy) más allá de sus rasgos españolistas o andalucistas. Cuarto programa de abono de la Sinfónica de Galicia, con José Trigueros a la batuta y Pablo Amorós al piano en la obra de Falla.

En Noches en los jardines de España Trigueros se recreó desde el comienzo (ese tremolo inicial tan bien dibujado) en buscar colores en la orquesta más que en potenciar el regionalismo, poniendo de manifiesto la riqueza y el detalle de la orquestación de Falla y huyendo de efectismos. Acierto. La orquesta respondió en todas sus secciones; pero al piano de Pablo Amorós le faltó presencia en muchos momentos de la actuación y, sobre todo, más magia, duende y sangre en un acercamiento a la obra más bien timorato, aunque la digitación fuese nítida. Quedó a veces sepultado por la orquesta, no por la labor orquestal ni de dirección (que extrajo capas interesantes de la obra) sino por falta de temperamento. Mejor la delicada Canción, número 6 de Canciones y danzas de Mompou, de la propina.

El Preludio a la siesta de un fauno fue, sin duda, lo mejor del concierto, ya desde el destacado solo de flauta inicial, por la lograda progresión del discurso. Recibió el mayor aplauso. Para la Sinfonía sevillana de Turina, el director siguió apostando por subrayar la rica orquestación en vez de entregarse al andalucismo. Sacó sin duda lo mejor posible de la obra y de la orquesta, con grandes intervenciones solistas (en especial violín y oboe en el segundo movimiento).

Director y orquesta pusieron todo en el asador; pero fue inevitable no sentir cierta distancia: quizá por el repertorio en sí mismo.