Tomás Pulleiro, coruñés de 102 años: «Hombre, qué menos que llegar a 120»

M.C. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

«Siento2, así es Tomás». Alexandra Noronha eligió este título para el libro que escribió sobre Tomás Pulleiro Ríos, de 102 años, a iniciativa de la Fundación Lo Que De Verdad Importa y la Fundación María José Jove.
«Siento2, así es Tomás». Alexandra Noronha eligió este título para el libro que escribió sobre Tomás Pulleiro Ríos, de 102 años, a iniciativa de la Fundación Lo Que De Verdad Importa y la Fundación María José Jove. ANGEL MANSO

Trece jóvenes escriben las historias de trece mayores alentados por un programa social

29 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Quién conquistó a quién? «Yo creo que Nana a mí», dice mientras mira la foto de su boda en la puerta de San Jorge en 1944 Tomás Pulleiro Ríos, coruñés del Campo da Leña, perito mercantil, funcionario del Estado, socio número 5 del Deportivo y con el tiempo padre de cinco hijos, yogui y ávido lector. Con 102 años a bordo, igual que advierte que «la vida es ir viviendo y nada más» también anuncia sus planes para dentro de 18 años. «Hombre, qué menos que llegar a los 120», lanza. Su hijo Joaquín confirma que poco antes de cumplir los 100 se autorregaló el libro Cómo llegar a los 120 y muy recientemente decidió consultar al médico por si consideraba pertinente una cirugía «para evitar complicaciones en el futuro» con una dolencia menor.

Alegre y ágil subió ayer al escenario donde se celebró el acto de clausura del programa Tu Historia De Verdad Importa. Lo esperaban Xosé Ramón Gayoso, maestro de ceremonias, y Alexandra Valentina Noronha, autora del libro Siento2, así es Tomás, escrito en los últimos meses después de largas conversaciones domingo tras domingo con el protagonista de esta historia alentada, junto con otras 12, por la Fundación Lo Que De Verdad Importa en colaboración con la Fundación María José Jove

Del Campo da Leña

Mal podía imaginar la joven, recién titulada en Patronaxe e Moda en el instituto del Paseo das Pontes, que su voluntariado en la institución con sede en Madrid iba a proporcionarle una de las grandes experiencias de su vida al lado de un hombre con el que comparte recuerdos, a pesar de la diferencia de edad, y vínculos profundos. «Los dos estudiamos en la Grande Obra de Atocha. Él tuvo cinco hijos y nosotras somos cinco hermanas. Cuando murió su mujer, Nana Manovel, él decidió mantener a la familia unida contra viento y marea. Y ese valor a mí también me lo inculcaron en casa y nos conectó más», cuenta la narradora.

Al acto no pudo asistir José Manuel Liaño Flores, amigo de Pulleiro fallecido en mayo a los 100 años, pero sí buena parte de la familia y la persona que lo acompañó y cuidó en casa hasta su traslado a una residencia el otoño pasado. «Hizo yoga durante muchísimos años, siempre fue un gran lector y se hizo experto en medicina natural. A la señora que trabajaba en casa la tenía machacada con los alimentos alcalinos, los únicos que se podían comer», recuerda Joaquín Pulleiro. 

La guerra

Al padre se le nubla la mirada cuando habla de la guerra y de su paso breve por la Guardia Civil, pero recupera la chispa con el recuerdo de los paseos por la calle Real, «arriba y abajo, hasta el Cantón Grande, porque el Pequeño ya era otra cosa», en los que conoció a su mujer. «Ellas pasaban por delante de nosotros, se lucían, y así empezamos a andar juntos, por la calle Real y los jardines», cuenta.

Hoy si algo lo entusiasma son la conversación, el intercambio interrumpido por el covid —«yo escapaba un poco de los demás por el peligro mortal del contagio», advierte—, y las clases de gimnasia a las que acude cada mañana con sus compañeros de residencia. Doble sesión. «Primero todos juntos y después me voy abajo con el monitor a una sala donde están las bicicletas y los aparatos. Que si el hombro, que si tal, hay que moverse», dice. Ya no va al fútbol, tampoco da los largos paseos que acostumbraba ni para a tomar café en la Marina. Pero no se pierde nada. «La vida es fantástica», concluye feliz.