Los seis delitos que más inquietan en A Coruña

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Vecinos de los barrios más castigados por la delincuencia alertan del aumento del tráfico de drogas, estafas informáticas, okupaciones, hurtos en supermercados, atracos y ajustes de cuentas

17 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay charcos de sangre. Ni alambradas. La vida parece normal en Os Mallos. El tendero vende sus cosas y el que pasea al perro parece feliz. La esquina de la cervecería La Era siempre está llena y las fuentes del parque de Vioño continúan chiringando. Da la impresión de que la situación está en orden. Pero no es eso todo lo que se ve y cuentan. Hay robos, atracos, tráfico de drogas, estafas informáticas, hurtos en supermercados y okupas. Lo dice la plataforma vecinal de Os Mallos, que intenta quitarse de encima la bandera de barrio conflictivo para ser lo que antes era. Una comunidad de personas de toda la vida que acogieron con gozo la llegada de la inmigración gallega de los setenta y recientemente la del exterior.

El problema es que de unos años para aquí, la criminalidad aumentó en el barrio como no lo hizo en el resto. Que también. Porque la inseguridad está en todas partes. Por la crisis, por el aumento en el consumo de heroína, por la presencia de mafias lugareñas y extranjeras o por lo que sea, en A Coruña se incrementó la criminalidad un 36 %. Las asociaciones vecinales lanzan bengalas de auxilio. Todas quieren que vuelva la figura del policía de barrio.

Una minúscula parte del censo en algunos barrios anda a diario a patadas con el Código Penal. Los hay que se cuelan en una casa, afanan las joyas, el vídeo, el aparato de música y huyen después dejándolo todo patas arriba. Y hay quien hizo de un oficio el robar en los supermercados. Si ya no les llega con esto a los vecinos de Os Mallos, Castrillón, Monte Alto, Sagrada Familia, el Agra o el Ventorrillo, también tienen que soportar a diario todo tipo de delitos. Estos son los más frecuentes, según la memoria policial. 

Tráfico de drogas. El aumento en el consumo de heroína ha provocado un notable incremento de la criminalidad. «Cada vez se ven más toxicómanos pidiendo en la calle o cometiendo todo tipo de tropelías», dice Antonio Nogueira, de la asociación de Os Mallos. La droga, que nunca ha desaparecido de los barrios, se está incrustando en algunos de manera alarmante. Ya no solo se trata de los clientes, sino también de los que venden, que montan narcopisos y vuelven la zona donde se establece en inhabitable, añaden desde el colectivo vecinal del Agra do Orzán. Quienes consumen, buscan dinero rápido. La mayoría lo encuentra en pequeños hurtos o mendigando. Una minoría no duda en emplear la violencia. 

Okupas. Hay barrios, como el de Os Mallos, la Sagrada Familia o el Castrillón, donde la okupación mantiene en vilo a los vecinos. Si bien las autoridades judiciales actúan ahora con mayor celeridad a la hora de desalojar un piso, todavía quedan muchos. En Os Mallos, la policía vació varios. En la ronda de Nelle o en la calle San Lucas, por ejemplo. Pero ahí continúan los de la calle Noia, Vizcaya o Ángel Senra. En esas viviendas no solo se vende droga. También sirven de guarida para ladrones. De hecho, cuando se desalojó el piso de la calle San Lucas, la policía se encontró hasta con cañas de pescar. Necesitaron dos furgones para llevarse los objetos robados que allí dentro había. Por su parte, en O Castrillón permanecen «funcionando» tres casas okupadas en las que se vende droga, convirtiendo la zona en un foco de delincuencia. «Se drogan en los portales, en las terrazas de los bares, en el parque...», lamenta Paulo Sexto, presidente del colectivo vecinal. 

Hurtos en supermercados. «Ya no podemos más. Nos pasamos el día persiguiendo a gente que intenta llevarse algo oculto en la ropa», comenta un empleado de un supermercado de la Sagrada Familia. Los hurtos en este tipo de establecimientos se han disparado. En el 2021 se registraron más de 4.000. El doble que el año anterior. Unos se llevan unas latas de conserva o un queso para comer, pero la mayoría, para vender en la calle o en los bares a mitad de precio que en el mercado. 

Atracos. En el 2021 fueron contabilizados 284 delitos de robos con violencia e intimidación frente a los 186 del año anterior, lo que supuso un incremento del 52,77 %. El consumo de droga está detrás. El perfil del delincuente capaz de ponerle una navaja en el cuello a un viandante es el de un toxicómano de larga trayectoria. 

Peleas o ajustes de cuentas. En el barrio de Os Mallos se produjeron en diciembre tres incendios intencionados. Clanes rivales se enfrentaban por tomar el control y así se las gastaban unos contra otros. Se trataba de enfrentamientos entre grupos de extranjeros, principalmente de origen magrebí. La policía logró controlar las disputas. 

Estafas informáticas. No importa dónde se haya nacido. Los delitos informáticos afectan por igual al que reside en Melilla como al que vive en la calle Camino de la Iglesia. El chorizo informático va más allá que el resto. Por el solo hecho de entrar en un ordenador puede suplantar la personalidad del dueño: tener su aspecto, hablar por su boca, pagar de su bolsillo... Eso es lo que está pasando. «Se han detectado últimamente muchos casos de personas que llaman a la sala del 091 para poner en conocimiento que alguien les había enviado un mensaje al teléfono suplantando a su hijo en el que le pedían cierta cantidad de dinero. Las estafas informáticas subieron un 52 % el año pasado.