A Tomás Fábregas, optimista

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

EDUARDO pérez

Aquel coruñés que en 1992 retó a Bush padre a que lo deportase por tener VIH

19 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado lunes esperaba la tercera dosis de la vacuna enfrascada en Los optimistas, impresionante novela de Rebecca Makkai sobre otra pandemia, la del sida en los años ochenta, doloroso retrato de una generación perdida en el Chicago de la era Reagan, y de sus efectos sobre quienes sobrevivieron, tres décadas después. El martes combatí el cansancio provocado por Moderna con 300 páginas de golpe, incapaz de parar de leer la historia de Yale y su amiga Fiona y cómo el virus, el desconocimiento, las trabas de un sistema sanitario completamente disparatado, van cercando a una pandilla de jóvenes homosexuales para acabar con sus sueños, sus trabajos, sus vidas. Cómo Makkai ha conseguido que un tema tan doloroso acabe con un fogonazo de esperanza resulta incomprensible. Pero ahí están los optimistas, como dice una de sus protagonistas, aquellos que lo han sufrido todo y aun así saben lo que vale la felicidad, y la persiguen por ello.

Ocurre a veces que un libro te obliga a tirar del hilo. Lo que no esperaba es que el ovillo llevase a Labañou. A la calle Tomás Fábregas, y a la fotografía de aquel coruñés que retó a Bush padre a que lo deportase por tener VIH. Ocurrió en el 92, cuando desde la tribuna del Congreso Mundial del Sida celebrado en Ámsterdam, Fábregas afirmó que volvería a entrar en su país de residencia, a pesar de que la ley lo prohibía a cualquier seropositivo extranjero. No solo entró, con su legendaria camiseta «No borders», sino que su lucha abrió la puerta para que la Administración derogase aquella ley ¡17 años después! Fábregas, que ya no pudo verlo (murió en el 94), era sin duda un optimista. Y los optimistas, los que luchan, merecerían siempre un espacio en nuestra memoria.