Había gran expectación en ver y escuchar a la nueva diva de la ópera, la noruega Lise Davidsen (1987), soprano de las que se llamaban «absolutas». Recital en dos estilos: el de la ópera italiana fiada al melodrama romántico, es decir, Giuseppe Verdi (1813-1901), y el de la música alemana: Beethoven (1770-1827), Strauss (1864-1949) y Wagner (1813-1883). Dos ámbitos idiomáticos y dos conceptos músico-dramáticos del romanticismo.
Lise Davidsen, a sus 34 años, muestra una madurez vocal y artística apabullante. Su voz es extensa, ancha y caudalosa y la domina con pericia técnica, lo que le permite fortes enérgicos y envolventes y medias voces y filados bellos y seductores. Voz bien apoyada en el fiato y en el resonador óptimo y perfectamente articulada. Fascinante.
Impactó con Tu che la vanità, largo monólogo ante la tumba de Carlos V. Otra secuencia de desamor y angustia: Desdémona, amenazada, reza el Ave-Maria. De la ópera La forza del destino, es el fragmento Pace, pace mio Dio. Leonora busca la paz en la muerte. Dramatismo, dolor, melancolía rezuma esta música de Verdi, a la que Davidsen aportó vis dramática, sentido lirismo y voluntad estilística en inspirados cantabiles. Lo que a todo cantante le otorga la aspirada cantabilidad.
La magnífica aria de otra Leonora (Abscheulicher… Ven esperanza) del Fidelio de Beethoven, inició la segunda parte. Otra idea de la dramatización musical. A la que seguirá la concepción wagneriana del drama musical. De Wagner hubo el fragmento Dich teure Halle de la ópera Tannhäuser, en el que Elisabeth saluda al salón donde se celebra certamen de canto al que vuelve Tannhäuser, legendario minnesänger coetáneo de nuestros troveiros. De Strauss escuchamos dos fragmentos: el Es gibt ein Reich (Existe un reino donde todo es puro) de Ariadna auf Naxos, y el lied Cäecilie, n. 2 del op. 27. Los aplausos y bravos arreciaron y Davidsen dio dos regalos: Du bist der Lenz, que canta Sigliende en La Walkiria, de Wagner, y Morgen, lied de Strauss. Inolvidables voz, canto y presencia.
Cita especial para la OSG y solistas bajo la segura concertación de Pérez Sierra y magníficas las oberturas verdianas y las de Beethoven y Wagner.