Oliva Figueira: «José Caamaño es el gran acierto de mi vida»

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

La mujer que fue durante medio siglo el 50 % de la empresa coruñesa proveedora de Inditex, presenta sus memorias

12 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Vamos de camino pero podemos hablar, que conduce mi hombre». El hombre es José Caamaño -«el mayor acierto de mi vida», dice ella-, fundador junto con Emilio Mahía del grupo empresarial de sistemas metálicos que se expandió internacionalmente como proveedor de Inditex y llegó a emplear a más de 2.000 trabajadores. La mujer aficionada a los coches que corrió en alguna subida de montaña y arañó un segundo al tiempo de su marido, que no dudó en ponerse al volante de los camiones de la empresa y arrancar hacia Marsella o Düsseldorf, que convirtió el automovilismo en el deporte de la casa, ayer ocupó el puesto de copiloto.

A media tarde, rodeada de su familia y amigos en la finca Montesqueiro de Oleiros, Oliva Figueira Amor (Barazón, Frades, 1953) cerró el círculo que había empezado a trazar su notario preferido, José Manuel Lois Puente, el día que le dijo que tenía que escribir sus memorias. Lo hizo. Hacer podría ser el verbo de su vida. En 383 páginas encabezadas por un título sin medias tintas, Amor por la vida, «la jefa», «la alegría de la aldea», «la confidente» o «la caña» -así la nombran en el libro- repasa 67 años de actividad infatigable con peripecias de película, un índice esclarecedor y «algún que otro puyazo», anotó en la presentación Paco Zas, expresidente del Deportivo, que los interpreta como la confirmación de su autenticidad. 

El noviazgo

«Me lo pusieron en bandeja. Medio libro ya lo tenía escrito, aunque acabé metiéndolo en la trituradora de papel, por mi timidez, por lo cuidadosa que soy con mi intimidad», explica esta mujer, hija de labradores muy pobres, «ni siquiera la casa y las tierras eran nuestras», golpeada de por vida por la muerte de su padre a los 18 años, y madre de tres hijos, que la llaman Oliva u Olivita. A José Caamaño lo encontró poco antes de la pérdida del padre, y de oídas. «Tenía noticias de que existía por un hermano mío, que me hablaba de un chico que iba para torero, a mí, que era fiel seguidora de la tauromaquia y escuchaba las crónicas con mi padre, así que me propuse conocerlo, lo conseguí y me lo agencié», cuenta entre risas, y recuerda los bailes en El Seijal en los que se emparejó toda una generación, dos desplantes involuntarios que casi le arruinan la conquista y el concierto de Nino Bravo en que el noviazgo echó a andar, hace ahora medio siglo. «Le debo mucho a Nino Bravo. Es que yo era muy orgullosa», reconoce. 

El secuestro

Cantante frustrada, vicepresidenta de la Fundación del Deportivo, ama de casa, tricotadora, camarera, promotora de las fiestas de A Corveira, «furibunda defensora de la igualdad», disciplinada (dice su entrenador), tenaz, testaruda, rebelde y generosa, Olivia solo perdió el pie tras sufrir un secuestro en su casa en el 2007. «Tuve que ponerme a tratamiento porque los veía por todas partes. La gente me miraba. Tenía pesadillas. Soñaba con que querían secuestrar a mi nieto y lo escondía en un armario con la boca tapada con cinta americana para que no lo cogieran. No podía soportar tanta presión. Estuve así hasta que un día una de mis hijas, que es politóloga y vivía en Madrid, me dijo: “Olivita, vente”. Y allí estuve seis meses, estudiando informática, inglés... José Caamaño venía a verme, alguna vez venía yo. Hasta que pasó el tiempo y lo superé», cuenta.

El tiempo acabó por salpicar el asalto de notas cómicas. «Yo vi llegar a casa a mi hija con una persona con pasamontañas y le dije: ¡Qué logrado el disfraz!. ¡Era martes de carnaval! Pero mi hija me avisó dos veces: “Oliva, esto es serio”. Entonces vi que la estaba apuntando con una pistola y que ella tenía sangre en la nariz. Se la llevaron, la casa es muy grande, me pusieron a mí una daga en el cuello y me dijeron que abriera la caja fuerte. Fui y la abrí. Lo único que quería era que trajeran a mi hija. Pensaba que la iban a violar. Luego nos amordazaron y se marcharon. Pero yo tuve templanza y conseguí engañarlos, porque no les di todo».