Cinco platos, cinco copas esperando por las risas, los abrazos, los besos y los cantos
26 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Como siempre, «las compras de Nochebuena, a última hora», se reprochó Ángela mientras se abría camino entre la multitud de la plaza de Lugo. Allí la esperaban los camarones por los que pierde la cabeza su hija, Clara. El marisco estaba encargado, no había problema, pero el turrón artesano de su nieto Miguel ya era otra historia. Por suerte quedaba en la tienda, como los orejones y los dátiles de su nieta Lucía.
Desde que enviudó hace diez años, Ángela mantiene viva en su casa la llama de estas fiestas. Los banquetes de Nochebuena y Navidad son el mejor regalo para su hija, su yerno y los niños. Este año el mundo le ha dado un revolcón a la Navidad, pero nada impidió que Ángela se pasase la tarde del jueves dando los últimos retoques a la casa: más espumillón dorado en el árbol y en el recibidor, como le pide Luci; adornos rojos y plateados en el salón, más luminoso que nunca, y ese cedé de villancicos que sus nietos escuchan fascinados desde que eran muy pequeños y que volverían a cantar todos esa noche, después de la cena.
«Todo preparado», asintió Ángela. A las nueve puso los villancicos en el salón, terminó de recoger la cocina, donde humeaban los camarones y una pierna de cordero, y se sentó orgullosa a la mesa, en la que resplandecían la cubertería y la vajilla de las grandes ocasiones. Cinco platos, cinco copas esperando por las risas, los abrazos, los besos y los cantos. Pasaron los minutos, las horas…
No le importó a Ángela que nadie viniese a cenar a su casa esta Nochebuena. Sabía que sería así, como así ha sido para otras familias resquebrajadas por el covid. Pero para ella la tradición sigue intacta. Su ilusión, también, y sabe que las risas, los abrazos, los besos y los cantos volverán la próxima Nochebuena.