Moncho Bargo: «Siempre fui muy gamberro»

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

El copropietario del restaurante Pracer repasa su trayectoria vital. Desde A Laracha a la experiencia que vivió en Edimburgo: «Hasta que entré en una cocina era un bala perdida», recuerda

01 nov 2020 . Actualizado a las 19:25 h.

Hizo de todo. Tuvo un bar de copas en la zona del Orzán. «Se llamaba Terra. Era un garito de música negra y lo mantuve bastante tiempo», recuerda. «Siempre me gustó la música y cuando tenía 18 años monté la tienda Expresón sonora en la calle Paz, en Os Mallos», añade. Sin demasiado orden cronológico cuenta otras experiencias vitales. «En el 2005 fui a buscarme la vida por el mundo. Londres no me moló, pero en Edimburgo conocí a un gallego que tenía un restaurante. Me enseñó mucho y me hizo jefe de cocina», relata. «En el 2009 estuve llevando un hotel en Ibiza», asegura sonriente. La verdad es que la vida de Moncho Bargo es intensa. «Ja, ja. No paré. Siempre fui un gamberro», confiesa con su particular y divertida forma de hablar. En febrero hará dos años desde que abrió en Zalaeta el restaurante Pracer con su amigo y socio Javi Freijeiro. «Es como si fuese mi hermano, y hasta nuestras familias se relacionan. Somos con una familia pero sin sangre en común. En el servicio hay mucha comunicación y se nota que nos conocíamos de antes. Siempre tuvimos claro lo de montar un proyecto conjunto, pero cada uno tenía un buen trabajo y costaba dar el paso. Un buen día me presenté al concurso Incitus, lo gané y nos pusimos a buscar ubicación para el negocio. Yo soy de la zona, de la calle Arenal, y quería algo en el barrio. Cuando vinimos a ver este local, que llevaba cantidad de años sin actividad, y nos decidimos, fue lo mejor que pudimos hacer. Se adecúa a nuestras necesidades. Ahora llegó el Hilton y se habla de que van a abrir otro bar o restaurante. Fuimos pioneros en esta zona, que está a dos minutos de la playa. Al tener dos hoteles al lado nos vienen muchos clientes», comenta Moncho Bargo, que no pierde el ánimo por la situación actual. 

Barra sin barra

Porque el punto clave de Pracer es la barra. «Es la esencia del local, y ahora la tenemos cerrada. Hace un rato (hablamos el viernes al mediodía) nos llamaron para anular una mesa. Eran unas personas que venían de Oleiros. Solo podemos atender a 18 comensales, o 10, si solo vienen parejas. Antes incluso hacíamos dos turnos por las noches, pero ahora no. No nos apetece tener que echar a la gente. Antes de la pandemia estábamos funcionando al doscientos por ciento. Llenábamos casi todos los días, pero… Ahora no nos quejamos y, por lo menos, el servicio a domicilio ha pegado un subidón las dos últimas semanas», confiesa José Ramón Bargo Valestrine. «Mi padre es de la zona de Rois y mi madre tiene familia italiana. Hasta los 11 años viví en A Laracha y después nos vinimos para aquí. Estudié en el Fernando Wirtz. Hasta que entré en una cocina era un bala perdida y no sabía a qué me iba a dedicar», reconoce a sus 39 años. Cuando cumpla 40 quiere hacer un fiestón y estar con los amigos y sus dos mujeres, Laura, que es técnica de la unidad de sueño en el Modelo, y Vera, de 4 años. «Son las dos mujeres de mi vida. La pequeña ya pide chuletas, como yo. Somos de carne. También me gusta el mar, pero mi comida es una chuleta a la brasa, un pulpito, unos arroces... Me encanta comer con las manos, los sabores internacionales y que me metan caña con los picantes, como hacemos en Pracer. Es marca de la casa», asegura. 

24 tatuajes

Antes de montar su propio negocio pasó por muchos fogones. «Hasta en La Tagliatella estuve, aunque poco tiempo. En La Postrería, que me vino bien para los dulces, en el primer Pantalán, o en el Spoon y el Fire Capitano, que me valieron para conocer mucho producto y profesionalizarme», destaca este coruñés que lleva medio cuerpo tatuado. «Los cuento. Uno, dos, tres… 23, 24 tatuajes en total. También la dilatación en la oreja y tres pírsines. Te puedo asegurar que nunca me cerraron puertas por mi aspecto. Igual es por mi personalidad, por la forma de ser, pero mi estética no ha jugado en mi contra», confiesa. Dice que es muy despistado y tiene que llevar todo apuntado y que su principal virtud, «que siempre estoy de buen humor y cuido mucho a mi gente», apunta este enamorado de la música negra, el punk el reggae, o el ska. «En casa tengo una colección grande, pero de todo tipo porque mi mujer y yo somos como el día y la noche en gustos musicales. Ella es de salsa y de Alejandro Sanz», comenta antes de empezar el limitado servicio de comidas. «El plato estrella es el morro, la burger y la croqueta de centolla picante», comenta con su espíritu de gamberro.