Lo que debes hacer al menos una vez en Coruña

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

A veces te pierdes en tu propia ciudad y no siempre cumples con lo que está a tu alcance

06 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que tiene ser de aquí es que a veces te pierdes en tu propia ciudad y no siempre cumples con lo que está a tu alcance. Ya no es la primera vez que me encuentro a coruñeses que no han subido jamás a la torre de Hércules o que jamás se han bañado en Riazor. Serán los menos, no digo que no, pero existen, por eso me ha dado por pensar en esas cosas únicas que deberíamos hacer al menos una vez en esta ciudad, ya sea porque vives aquí o porque eres de los que tienes la fortuna de hacernos una visita.

Subir a la Torre no es que una suba todos los años, pero es obligación vivir esa experiencia por lo menos en una ocasión, enfrentarse a esas 234 escaleras merece siempre la pena para divisarnos desde nuestro faro. Aunque si se trata de vistas, y de las mejores, no hay como acercarse al monte de San Pedro, a poder ser un día en el que no sople mucho viento, porque desde allí, mires adonde mires siempre te sobrecoge el horizonte, y la postal que se ofrece de Coruña es impresionante. Y ya no digamos si te puedes dar un homenaje en su restaurante.

Creo que un coruñés tampoco se puede dejar de bañar al menos una vez en Riazor (me vale el Orzán), pero tampoco debería perderse un partido del Dépor, porque hay pocos equipos que tengan una afición como esta y hay poquísimas ciudades que se ambienten un día de fútbol como lo hace Coruña. Ver a los críos de las manos de sus padres, a las pandillas de hombres y mujeres que llenan el estadio y que no paran de animar es otro de los indispensables en esta ciudad. Como lo es disfrutar de una cañas en la cervecería de Estrella Galicia en Cuatro Caminos. Aunque desde aquí avisamos que esas se suben el triple (y no me refiero al precio). En Coruña hay que pasear por los vinos, comerse un tarabelo, un tequeño o un piroliño para saber lo que es el tapeo coruñés, el que tiene nombre propio, aunque después una termine comiendo una ración de pulpo en el Fiúza. No importan los kilos, ya después los bajaremos bailando en Garufa o en la Mardi o dándonos el paseo obligado que arranca en el castillo de San Antón y acaba de la mejor manera posible, con una maravillosa puesta de sol en O Portiño.

Si hace sol hay que terracear en la Marina, pero también al menos una vez sentarte en el Dársena a tomar un vermú disfrutando del mediodía, que en Coruña, ya lo avanza el dicho: «O somos de casa grande o no comemos», porque para algo se ha inventado el picoteo y el aperitivo, por mucho que los de la película Parásitos hayan puesto de moda las patatas Bonilla, que los de aquí ya sabemos es un templo clásico también de las tardes de churros. Sé que con los churros abro debate, pero no se puede pisar esta ciudad y no tomarse al menos una vez un helado de la Colón de camino a la Ciudad Vieja para disfrutar de uno de los sitios más románticos que existen. En la plaza de Azcárraga hay que echar una moneda y pedir un deseo. Yo pediría volver a Coruña otra vez.