De castro a castro en tierras de Paderne

Cristóbal Ramírez

A CORUÑA

Cristóbal Ramírez

Recorremos la ruta que conecta los yacimientos de Adragonte y San Mamede

11 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque la realmente útil y bien hecha página web de Paderne, en la retaguardia del golfo Ártabro, no recoge ni una línea sobre ese elemento tan galaico que son los castros, ese municipio tiene varios, solo faltaría. Dos de ellos se convierten en una disculpa para dejar atrás Betanzos justo cuando se sale hacia Ferrol, se gira a la diestra y se vuelve a hacer lo mismo cuando se llevan recorridos 6,2 km.

A los 200 metros escasos es buena idea dejar el coche y echar a andar o a dar pedales, porque hay una bifurcación con gran anchura y aparcar resulta posible. Destaca el montículo de la izquierda, con casi la mitad pelada tras una corta de eucaliptos y el resto ocupado por esos árboles. Es el castro de Areas o de Adragonte.

En fin, ahí se toma la opción de la izquierda y se recorren 200 metros, y al encontrar una casa azul el viajero va a desviarse, en descenso, a la derecha. Tierra ante los ojos, en principio en mal estado que convierten esos cinco primeros minutos en algo poco grato porque ha pasado maquinaria pesada. La cosa mejora, aunque un manantial ha inundado otros pocos metros y las botas de agua se agradecen en este tiempo (en verano se puede ir con tenis sin problema).

De manera que medio kilómetro después de haber pisado tierra se llega al río Mainzoso, con su molino y restos de otro más, lugar bonito donde los haya, que auguran una subida de no mucha pendiente, constante, durante 800 metros. Y a la izquierda van a quedar ante los ojos unas increíblemente altas murallas, peladas de eucaliptos aunque algún ignorante decidió colocar allí, en lo que parece la salida a un antecastro, una torre de alta tensión, mal que durante decenios afectó a otro yacimiento arqueológico del golfo Ártabro, nada menos que el castro de Elviña. Y cuando se está arriba, en una zona de campos trabajados, preciosos, el montículo que queda a la diestra es el castro de San Mamede. Merece la pena recorrerlo, y se puede hacer. Por desgracia, hay que añadir: alguien abrió una pista longitudinal destrozando las murallas sin la mínima compasión. Y andando el visitante se da cuenta de las grandes dimensiones de la aldea, y llega hasta aquella torre de alta tensión.

Si se ha ido andando, lo mejor es volver por el mismo camino. Si en bicicleta, desde San Mamede (casas de la izquierda) hacia Vilamourel, con su iglesia, y descenso para dar a Adragonte y la suya, que dista menos de un kilómetro del punto de partida. Y dos noticias: la mala es que en la parte trasera de ese templo un sarcófago antropomorfo anterior al siglo XIII ha sido convertido en improvisado basurero. La buena: que el magnífico crucero -sobre todo por su fuste enroscado- sigue recibiendo a los viajeros. Que de esta manera habrán completado casi ocho kilómetros en las piernas.

La aventura

Realizar en bicicleta el recorrido entre los dos yacimientos arqueológicos.

La foto más personal

En el crucero de Adragonte.

El desafío

Subir hasta la parte más alta del castro de Areas.

El pasado

El regato Mainzoso era un punto de encuentro de los habitantes de la zona en la prehistoria.