El PSOE y la Marea mantienen un desencuentro por semana

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

El anterior gobierno denuncia ahora múltiples problemas

24 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La alcaldesa, Inés Rey, dijo en su investidura que este iba a ser el «mandato de la amabilidad» y, sobre el papel de las actas del pleno, ha sido así. Hasta ahora el ejecutivo no ha perdido ninguna votación, y ha podido sacar adelante sin sobresaltos sus primeros acuerdos económicos y la reorganización municipal, en una sesión en la que los demás grupos destacaron la voluntad de diálogo del portavoz del gobierno, el edil José Manuel Lage.

Más allá de lo institucional, la pelea política encarnizada ha comenzado. No participan en ella PP, BNG y Cs que, salvo críticas puntuales, están respetando a rajatabla los cien días de cortesía. El gobierno del PSOE tiene su principal frente con quien debería ser su teórico socio, la Marea, el otro grupo mayoritario de izquierdas y con el que suma mayoría absoluta en el pleno. Van a un desencuentro a la semana.

El partido que lideró el gobierno hasta el pasado 15 de junio denuncia ahora problemas que hasta aquel día no existían, o decía que no existían. Baste como ejemplo el sobrecoste de casi un millón de euros en la reforma del estadio de Riazor. El anterior ejecutivo planeó, licitó y ejecutó la obra. También conformó la factura que recogía el aumento del gasto en la obra. Pero la Marea nunca hizo público dato alguno, y cuando los socialistas, ya en el gobierno, iniciaron los trámites para satisfacer el recibo, la Marea exigió investigar y depurar responsabilidades de una reforma que hicieron en solitario.

Oposición sin mirar atrás

El anterior equipo de gobierno asumió esa misma actitud, como si no hubiesen estado al frente de María Pita hace apenas dos meses, en otras polémicas como la prohibición del baño en el Parrote -que aprobaron en abril de acuerdo con el Puerto-, los problemas de financiación de la renta social -a la que no dotaron de más fondos en la primera mitad de año-, o el fracaso de la municipalización de las bibliotecas o del uso del vinagre -ácido acético en realidad- contra la vegetación de las aceras.

Incluso a pesar de que son asuntos que gestionó directamente, parte de esas polémicas fueron activadas por la propia Marea. En la mayor parte de los casos, los socialistas evitaron el choque frontal por diversos motivos. Por una parte, su estrategia pasa por mantener relaciones fluidas con todos los grupos. Por otra parte, creen que el reciente paso de la Marea por el gobierno resta credibilidad a sus críticas.

El ejecutivo local, con dudas

Pero algunas han llevado al gobierno a bajar a la arena, y otras han dejado al descubierto problemas de coordinación que, de no corregirse, podrían pasar factura cuando terminen los cien días.

Un ejemplo del primer caso es el enfrentamiento que mantuvieron en la Red la titular de Servicios Sociales, Yoya Neira, con la exconcejala Rocío Fraga acerca del departamento de Igualdad. Como tantas discusiones en las redes sociales, es difícil que alguna de las dos convenciese a alguien que no estuviese ya convencido; pero sí debilitó el discurso del «mandato de la amabilidad» y demostró que el gobierno no está tan seguro de sí mismo como para dejar estar las críticas de una exconcejala que no fue renovada en la candidatura por su propio partido y que podría haber rebatido más tarde por la vía de la gestión y los hechos.

Un ejemplo de los problemas de coordinación es el asunto de la renta social. Los socialistas pueden argumentar que sus predecesores, pese a saber que los fondos no bastarían, no reforzaron esa partida cuando cambiaron los presupuestos a principios de año.

Pero eso no quita que el ejecutivo local no se anticipó a la hora de hacer público el problema y anunciar una solución. Ahora, tanto si deciden ampliar los fondos mediante transferencias o a través de un cambio presupuestario, la Marea se habrá apuntado el tanto de haber sido los primeros en haber hecho público que había dificultades de financiación.

Son escarceos de arranque de mandato, pero en un mes debe comenzar la negociación de los presupuestos y habrán terminado los cien días. Para entonces la oposición habrá dejado atrás las cortesías, y la factura política de los errores será más elevada.