Las telarañas de la torre de Hércules

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade A CORUÑA

A CORUÑA

Picasso. Torre de Hércules.
Picasso. Torre de Hércules.

Filtraciones de agua y desprendimientos afectan al faro romano diez años después de que la Unesco exigiese un plan director que aún no se ha aplicado

10 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay un óleo que Picasso pintó siendo niño, en 1895, que ejerce un efecto fascinante. En primer plano, una cala de la costa coruñesa, el mar batiente, la espuma sobre las rocas oscuras y, en una esquina, aparentemente olvidada pero con decisiva influencia sobre el conjunto, la torre de Hércules. Es un imán para el que contempla el cuadro, como era un imán para el joven genio que lo pintó.

Lo fue también para la Unesco hace diez años, cuando consagró la Torre como patrimonio de la humanidad. Reconoció entonces la grandeza del faro romano más antiguo en funcionamiento, pero hizo algo más para protegerlo, puso deberes a sus administradores: resolver las numerosas filtraciones, crear un órgano gestor, impulsar un plan director y abrir un centro de interpretación y de acogida de visitantes.

Veamos: un decenio después, el órgano gestor no existe y el plan director, solo sobre el papel, pues no se ha ejecutado. El centro de interpretación sí se hizo. Temporal. Para salir del paso. De sus carencias hablaba en junio el director de la Torre, Alejandro de Arce: «Es necesario un lugar digno de acogida para todos los visitantes, donde puedan tener desde una cafetería hasta una tienda de recuerdos y, por supuesto, unos baños y un lugar de refugio si está lloviendo a cántaros». Por ahora, los turistas siguen usando los váteres portátiles del aparcamiento.

En cuanto a las goteras y otros problemas de los que advertía la Unesco en el 2009, La Voz revelaba esta semana filtraciones en la sala Giannini por desgaste del mortero, desprendimientos de pequeños fragmentos de fábrica romana en tres salas, oxidación en numerosos elementos metálicos y ausencia de luz (por avería o inexistencia, según los casos) en las escaleras. Tres años nos duró la euforia patrimonial en A Coruña. En esos tres años, cinco Administraciones invirtieron cuatro millones en el monumento. A partir de ahí (2012), prácticamente la nada.

A ver, sin ánimo de entrar en la responsabilidad de este abandono, al que seguramente han contribuido con su dejadez políticos de muy diverso signo, es evidente que nos estamos metiendo en un berenjenal del que hay que salir cuanto antes.

Tenemos el privilegio de contar con algo único en el mundo, un faro que nos distingue, nos identifica, nos da personalidad, funciona como imán turístico y, por si fuera poco, otorga realce patrimonial a un entorno natural imponente. Tener la torre de Hércules impoluta y mejorarla año tras año debería ser la obligación de cualquier gobierno municipal. Parece que el nuevo ejecutivo local ha decidido coger el toro por los cuernos y sacarle las telarañas al plan director. Acertará si lo hace. Tarea de todos los coruñeses será exigirle que así sea.